Cultura

La Cuna del nopal contra las 7 plagas


La señora Isabel Ramírez Garcés, de 65 años, es una de las cinco mil 300 personas que producen nopal en Milpa Alta y una de diez hermanos que heredaron esa tradición; dicharachera, solo se pone un poco seria cuando dice que aquí, en la llamada Cuna del nopal, nadie usa agroquímicos, sino que —por el bien de consumidores y de la propia tierra en que nacieron sus abuelos, quienes vendían sus productos en el centro de la capital— aplican un sistema agroecológico. Ya nunca más nada que dañe.


—Entonces su abuela vendía nopales.

—Sí, mi abuela, que murió de casi 100 años, llevaba sus nopales a la Ciudad de México; salían del embarcadero de Tláhuac y se trasladaban hasta donde ahora es el mercado de Jamaica.

—¿Y cómo viajaban?

—La gente iba en sus lanchas; mi abuela empezó a ranchear en las vecindades de la ciudad; así sacó a mi padre y a sus otros siete hijos. Después viene la generación de mi madre. Somos cien de familia.


Para viajar al ejido de San Francisco Tecoxpa, que lleva el nombre del pueblo, habrá que transitar por veredas y brechas que serpentean entre sembradíos de nopales, algunos de matas podadas, matorrales de flores amarillas, como lienzos de Vicente van Gogh, y árboles frondosos y pelones; entonces se aprecia la parcela de Ramírez, con sus verdosas hileras de nopales, esta planta de origen prehispánico que, asegura, es nutritiva y sabrosa.


“Ahora nos empezamos a disciplinar”, comenta la mujer, con gesto autocrítico, y asegura que por primera vez reciben ayuda oficial.

—¿Por qué a disciplinar?

—Porque no debemos contaminar nuestro suelo; tenemos conciencia de que hay que cuidar la tierra porque nos da de comer y necesitamos alimentos sanos, limpios de agroquímicos.


—Aquí cosechaban sus antepasados…

—Así es; mi abuela, que murió de casi los 100 años, ella misma llevaba sus nopales hasta la Ciudad de México; salían del embarcadero de Tláhuac y de ahí hasta La Viga y el mercado de Jamaica.

Desgrana sus recuerdos mientras corta tiernas hojas de nopal que más tarde, después de limpiar con un filoso cuchillo, asará en un comal con bistecs y longaniza, para deleite de trabajadores, técnicos y visitantes.


Es solo una pequeña parte de las dos mil 300 hectáreas de nopal que hay en Milpa Alta, donde funcionarios afirman que por primera combaten las 7 plagas y enfermedades con un sistema agroecológico.


***

El ingeniero agrónomo Víctor Arrazate, egresado de la Universidad Autónoma Chapingo, es fitopatólogo, con el cargo de Facilitador del Cambio de la Comisión de Recursos Naturales y Desarrollo Rural, Corenader.


“Nosotros —informa— trabajamos en el control de plagas y enfermedades en los cultivos agrícolas de importancia en el suelo de conservación”.

—En este caso es el nopal.

—Así es. Bueno, para empezar, estamos en la Cuna del nopal que, como otros cultivos, también es amenazado por diferentes plagas. El cultivo del nopal, desde tiempos ancestrales, ha jugado un papel muy importante; lo tenemos como símbolo en nuestra bandera.

El nopal es la principal actividad productiva en esta alcaldía, donde los agricultores reciben asesoría oficial para cuidar el medio ambiente.

En Milpa Alta está el Programa Integral Fitosanitario y Agroecológico del Cultivo del Nopal verdura, dice Arrazate, en beneficio de los productores.

“Son servicios de mecanización para tratar focos de infección, ya sea a través de maquinaria o de las brigadas; fumigaciones con productos para la prevención de control de plagas y de enfermedades”, añade.

—Y los capacitan.

—En efecto, y ya con la capacitación, ellos saben lo que se puede hacer cuando tienen problemas con alguna plaga o enfermedad.

Para controlar plagas, enfermedades y maleza ya no se utilizan agroquímicos, como antes se hacía, comenta Arrazate.

—¿Entonces hay un cambio en el uso del suelo productivo?

—Claro, hay una forma diferente, más amigable con el medio ambiente, de cómo seguir produciendo; ¿a través de qué?, a través de la reconversión del uso del suelo para la producción.

El maestro Arrazate pone énfasis en que la base del control de una plaga o de una enfermedad, siempre será la prevención, y ejemplifica:

“Igual que pasa en la parte humana, la prevención es la base del control. Y en la parte agroecológica también existen productos que llevan a controlar plagas con tratamientos curativos”.

—¿Hay un cambio, entonces?

—En Ciudad de México estamos fomentando que todo el suelo de conservación se trabaje bajo un esquema agroecológico. Hay muchas cosas que se pueden eliminar para que al final alcancemos que a nuestras mesas lleguen alimentos sanos.


Y es que el nopal es propenso a tener un promedio de 7 plagas y unas dos o tres enfermedades. Esto siempre ha existido, “pero no debemos trabajar en erradicar, sino en mantener poblaciones bajas, de tal forma que no me generen y un daño alto”, advierte Arrazate. “Ni con los agroquímicos se erradica una plaga”, resalta. “Que quede bien claro”.


Aquí, por ejemplo, el problema es la llamada cochinilla, considerada como una plaga, y la mancha negra, una enfermedad, de modo que aplican tratamientos preventivos para eliminar foco de infección.

“Nuestros ancestros la utilizaban para teñir tela, pero aquí no nos dedicamos a producir cochinilla para tintes, sino a producir nopal”, alecciona Arrazate, quien pasa el dedo índice por la parte blancuzca de una penca, ahí donde habita la cochinilla, y le queda una mácula que fricciona para extender el intenso color de la tinta, similar a la savia de pitahaya.

La mancha negra, en cambio, es una enfermedad transmitida por un hongo que no es visible para el ojo humano.

Busca y encuentra una mancha sobre una gruesa hoja de nopal, de las que están más abajo de la planta, y escarba con una navaja hasta encontrar una larva del llamado “picudo barrenador”.

Es la parcela de Isabel Ramírez Garcés, donde el porcentaje de contagio es mínimo. “Se ve rápido cuando en una plantación llevan un control agroecológico, ya que es poca la incidencia de plagas”, comenta.

***


Y aquí está Isabel Ramírez Garcés, beneficiaria de asesoría técnica y ayuda económica del oficial. Ella cosecha un promedio de tres toneladas al año de nopal que, como otros productores, traslada al centro de acopio del pueblo, al que incluso acude a comprar gente de estados cercanos. Durante las temporadas de frío y de lluvia, dice, la producción se retrasa “un poquito”.


Reafirma que Milpa Alta es Cuna del nopal. “Es donde estamos los verdaderos productores; después nos hizo la competencia el estado de Morelos”, comenta, para luego recordar que fue en Tenochtitlan donde se apareció un águila sobre un nopal devorando una serpiente.

—¿Y por qué dice que aquí cosechan el mejor nopal?

—Por la calidad y el sabor, porque además no se compara con ningún otro nopal del país; y mire: así lo cortamos, lo limpio y se lo ofrezco, sí, mire usted…ay qué rico nopal…limpiecito. De verdad que es incomparable.

—¿Y cómo recomienda comerlo?

—Pues nada más asadito en el comal, su salsa en molcajete, su tortilla hecha a mano; no podemos pedir más.

—Y un bistecito…

—Bueno, pues si hay, pero el nopal solo es excelente para los diabéticos, y hasta para bajar de peso.

Lo importante es consumir alimentos sanos, resume doña Isabel, quien de su sembradío cortó nopales tiernos que a la sombra de un árbol limpia con estilo y agilidad, para enseguida echarlos al comal, donde cada quien cocinará a su gusto, aderezados con bistecs y longaniza, de tal modo que esto parezca un día de campo que los visitantes no imaginaron disfrutar.

Humberto Ríos Navarrete

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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