Cultura

El Tigre y los mercados de Santa Julia

Las cosas han cambiado en el barrio donde, durante el Porfiriato, surgió una famosa banda liderada por El Tigre de Santa Julia, cuyo nombre era José de Jesús Negrete Medina. Un hombre que tuvo un final indigno para el tamaño de su leyenda, pues fue acribillado tras una nopalera mientras defecaba.

Por eso es conocido Santa Julia, barrio al que le añadieron lo de bravo, aunque la mayoría de sus habitantes es gente trabajadora y deportista, entre los que sobresale un boxeador que a finales de los 60, animado por su esposa, obtuvo los Guantes de oro. Décadas después haría todo lo posible para que construyeran un gimnasio en la parte trasera del mercado.

Pero primero ubiquemos en dónde estamos, y para eso visitamos a Alí Espinosa Islas, hijo de un comerciante de quien heredó el arte, como él dice, de manejar el cuchillo para hacer cortes finos en su tablajería. Estamos en el mercado Santa Julia, situado entre la colonia Anáhuac y Tlaxpana.

Humberto Ríos Navarrete
Humberto Ríos Navarrete

“Bendito Dios que yo nací en este barrio; desde muy niño fui al kínder, a la primaria, y entro al mercado a partir del año 1988, cuando tenía 10 años”, comenta Alí, un tipo amable, risueño y ocurrente

Algo que de niño llamó su atención, comenta Alí, fue ver cómo rayaban la carne de res conocida como suadero. “Desde ahí nace mi inspiración a querer aprender el oficio”, revela quien presume tener clientela de las colonias Anzures, San Rafael, Santa María la Ribera y uno que otro restaurantero y empresario de Polanco.

—Aquí no hay distinción de clases.

—Nunca la ha habido, porque somos un mercado tradicional, con leyenda: el mercado de la Santa Julia— subraya con orgullo.

—Y a propósito qué sabes del famoso Tigre.

—Híjole —comenta mientras rebana la carne—, pues durante muchos años nos han hablado de que el Tigre de Santa Julia era una persona que defendía a los más débiles, y que en esta parte del barrio es donde se escondía, donde tenía su banda, donde él robaba al rico para ayudar a los pobres.

—¿Y por qué Santa Julia?

—Pues porque antiguamente esta era la tienda de La señora Julia, una persona buena que quería mucho a los forasteros, a los habitantes de los alrededores, y pues aquí surge Negrete, que es el que se vuelve famoso como el Tigre de Santa Julia.

—Un barrio bravo, dicen.

—Primero te empiezas a preguntar por qué Santa Julia; después te das cuenta que es un barrio de valientes. Y pasarán décadas y la gente también sabrá que es un barrio lindo, de gente trabajadora y exitosa.

—Dividido en dos.

—Cuando Santa Julia empieza a crecer, los visionarios de ese tiempo crean uno, que es el de abasto, y el otro, de varios, cosas de bonetería, electricidad, plomería, oficios.

Humberto Ríos Navarrete
Humberto Ríos Navarrete

—Y un gimnasio.

—Pues en el estacionamiento anexo se hace un deportivo y crean un gimnasio de box, que es donde muchos pugilistas empiezan a conocer sus primeros pasos o sus primeros golpes en la vida del barrio. Es como empiezan enseñarles a defender, a estirar las manos y poner una buena guardia.

Y de este mercado de abasto brincamos al otro mercado, divididos ambos por una calle angosta, donde tiene su puesto de ropa Chucho Castañeda, de 77 años, quien propuso la edificación del gimnasio.

—Y entonces usted aprende a boxear.

—Empiezo a entrenar cuando tenía 15 años en un gimnasio que había en los baños Escobedo, donde ahora son las Artesanías Miguel, en la colonia Anáhuac. Pero en 1966 me retiro, porque contraigo matrimonio y nace uno de mis hijos, y fue cuando dije: “No, esto ya se acabó para mí”. Pero viene el año del 67 y me dice mi esposa: “No, tú síguele, tú tienes que salir campeón”. Entonces le entro a los Guantes de oro con todo y ese año salgo campeón.

—Y hace diez años propuso el gimnasio.

—Este espacio ya nada más estaba de parapeto, porque aquí metían carros inservibles, como si fuera estacionamiento; entonces, como yo soy el representante de locatarios en el mercado, pensé: “Esto esto va a acabar mal un día”. Y lo hice por bien de toda la comunidad y para ver a muchachos, niñas y niño entrenando en boxeo.

Y hace 10 años, como un homenaje, la alcaldía Miguel Hidalgo ordenó que en la azotea del mercado colocaran una figura de su rostro.

Y ahora, en el ring, en posición de combate, Chucho platica de su vida y sus hazañas, de sus amigos, entre ellos Mantequilla Nápoles, mientras en la parte de abajo un entrenador alecciona a jóvenes, mujeres y hombres, en las diferentes formas de cruzar golpes.

Humberto Ríos Navarrete
Humberto Ríos Navarrete

Una de las que practica boxeo es Elizabeth Jiménez Tello, de profesión abogada, quien explica sus razones de por qué le gusta este deporte.

“Bueno, primero que nada para estar sana, para estar un poco en forma, y además me sirve como un arma de defensa en caso de que llegara a necesitarla”, dice de manera didáctica y amable, con los guantes puestos, todavía sudorosa y con prisa, pues ya tiene prisa por irse a trabajar.

—O sea que si te quisieran asaltar...

—Pues, sí, creo que tengo mayores posibilidades de defenderme, gracias a este deporte.

—Porque sí pegas duro— se le comenta, luego de recordar el ruido que provocaban los golpes de sus puños contra las manos del entrenador.

—Pues más o menos— dice y sonríe.

Esmeralda Ponce, otra de las muchachas que entrena desde hace dos años, también acaba de ejercitarse.

Es asombrosa la forma en que ella y otros jóvenes pegan contra las palmas de las manos de un correoso hombre, el entrenador, mientras se escucha el ruido que producen los secos leñazos.

—¿Quieres ser boxeadora profesional?

—No, la verdad —responde una sonriente Esmeralda— es mi hobby.

—¿Si alguien te quisiera asaltar le metías sus ganchos?

—Sí —sigue con sus carcajadas—, pero solo para defenderme, no para andar golpeando así porque sí.

Esmeralda estudia la profesión de médico forense. “Me llama la atención por conocer la causa de muerte de las personas; por ejemplo, cuando hay dudas sobre la forma en que murieron…”.

Es solo un ligero trazo de este barrio donde se refugiaba el bandolero José de Jesús Negrete Medina, alias El Tigre de Santa Julia, apresado tras una nopalera en condiciones poco dignas para el tamaño de su leyenda; es, ciertamente, un barrio de gente trabajadora, como Chucho Castañeda y Alí Espinosa, dos generaciones crecidas entre las colonias Tlaxpana y Anáhuac, alcaldía Miguel Hidalgo, una zona que conoce de cabo a rabo el poeta y cronista Víctor M. Navarro, quien muestra orgulloso estos lares de antiguas cantinas que él conoce al dedillo.


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Humberto Ríos Navarrete
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