Muchas veces no he tenido la paciencia de darle continuidad a alguna cosa que me esté saliendo mal.
Debo reconocer que lo sigo haciendo, a veces, hasta inconscientemente, pero tuve grandes ejemplos donde he palpado ese don de aguantar los resultados confiando en el trabajo, sobre todo si no hay duda de la dedicación, sabiduría y pasión que se le pone en el día a día a la tarea que estés priorizando.
Alguien me enseñó a creer en una convicción, que es mejor si la dicta el corazón, que debes de prometer trabajo antes que resultados, confiar en que si uno hace lo correcto, tarde o temprano llegará la recompensa.
Esa persona también me enseñó que todo eso lleva tiempo.
Si no se dan las cosas, lo menos que debes hacer sería claudicar o dudar si es correcto el camino que decidió aquella corazonada a la que siempre le tienes que hacer caso; en ocasiones el destino toma esa forma de decisión que sabemos que está bien pero no sabemos por qué.
Al final será bueno hacer parte del triunfo a todos que te ayudaron a conseguirlo, dar el crédito a esa gente que creyó en ti y acoger a los que en algún momento dudaron. Porque el que no comparte la victoria, estará solo en la derrota. Y el proceso, es solo eso.
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