¿De qué estamos hechos? De sueños secretos. Es una idea, como cualquier otra, que puede significar muchas cosas. O puede significarlas todas. Sueños secretos es divinidad, sangre y ausencia. Somos magia, arterias y olvido.
De sueños secretos estamos hechos. ¿Qué sueños? Le creo a D.H. Lawrence: Los sueños de nuestras abuelas. ¿Y por qué secretos? Porque los soñaron ocultas, con miedo, y nunca persiguieron. Nuestro origen es la culpa.
Mi abuela fue un ancla que soñó con ser naufragio. Fue una mujer tan responsable y presente. Por eso yo floto, por eso yo escapo, por eso a mí me encantan las desapariciones. Siempre atenta, fiel y confiable, mi abuela fue la perfecta mujer de su tiempo y contexto (ama de casa de la clase media-alta mexicana), pero, oculta, sin que nadie lo supiera, soñaba conmigo: Con un fantasma. Soñaba conmigo: Ser incierto, esquivo y roto; o lo que es lo mismo: fragmentado, ambiguo y falso.
Termino de jugar ajedrez (mi abuelo fue un entusiasta ajedrecista aficionado) en la colonia Del Valle (mi abuela y mi abuelo vivían en la calle de Fresas) y me meto en una cantina (mi tío se mató con alcohol) para escuchar la nueva canción de Lázaro Cristóbal Comala.
Claro, también estoy hecho de sanguíneos patrones evidentes. Pero lo que me obsesiona es lo otro: Lo que no puede rastrearse claramente.
La última vez que vi a Lázaro (en Durango, hace dos años, el Belmont por la mañana) hablé con él sobre nuestras abuelas y su nueva canción es una poética sobre estar hechos de sueños secretos:
“Estoy hecho de todo lo que mi padre no pudo lograr. Estoy hecho de todo lo que mi madre juró que estuvo mal. Estoy hecho de cristianos pendejos”.
Y quizá la vida es un ciclo cerrado en el que sin remedio estamos atrapados: una persona se ancla y sueña con naufragar y su hije es un naufragio que sueña con anclarse.
“Estoy hecho de divorcios y derrumbes. No fui bueno en nada más que en sangrar. Estoy hecho de cerezos y ataúdes”.
Y ya ahogada, esa persona sueña con ser ancla y su hije nace siendo esa ancla que va a soñar con hundirse en el mar.
¿Existe el gran anclaje final, el gran naufragio final, o quizá es posible soñar desde otro lugar? ¿En qué sueño cuando me escondo? ¿Quizá si lo descubro me será posible soñar desde otro lugar que ponga alto a tanta angustia, tanta tristeza, tanto sufrimiento y tanta soledad?
“Estoy hecho de Manhattans y aludes. No fui bueno en nada más que sangrar”.
Por hoy ya no doy más. Sigo huyendo para seguir solo. Pido güisqui con vermut seco. Sigo siendo yo. Así que me anestesio.
Hugo Roca Joglar