Nuevo León enfrenta, desde ya, una crisis de agua agravada por dos factores. Primero, que el gobierno de Jaime Rodríguez no tiene un proyecto del tamaño necesario para resolver la situación; segundo, que la administración de Andrés Manuel López Obrador tiene este asunto como una prioridad muy, muy baja, por una razón que mencionaré en breve.
Luis Petersen escribió en “Días de prueba”, una pregunta por demás pertinente. Su artículo del miércoles por la tarde cita un desperfecto en el acueducto China-Monterrey como la causa de fondo detrás de un primer corte en el suministro de agua, y se pregunta: “¿Está de veras bien operado el sistema de ductos y tuberías de agua potable hacia la ciudad y dentro de ella?”.
Todavía no se secaba la tinta de su artículo cuando una segunda megafuga, ahora en el acueducto Mina-Monterrey, le cortó el agua a por lo menos 39 colonias de General Escobedo. Como Luis había escrito, es algo raro, pero cada vez que pasa, “lo menos que se puede esperar es la sospecha fundada”.
Volviendo a la pregunta que se hacía Luis, él la deja sin responder, pero yo soy menos diplomático y respondo llanamente: “No, no lo está”. Porque no es fácil, nunca ha sido fácil, abastecer de agua a Monterrey. Y algunos se van a enojar porque diga esto, pero la transformación de cuarta que vivimos en México no la creó López Obrador: ya la había iniciado en Nuevo León el equipo de El Bronco.
Teníamos un proyecto magno, con una concesión de agua en el Pánuco, un proyecto costoso pero de gran robustez, y El Bronco lo canceló en nombre de una honestidad que él mismo no ejemplifica. Cuatro años después tenemos un proyecto mal negociado, lleno de sombras, y que de hacerse apenas alcanzará para unos años. Cualquier parecido con el aeropuerto capitalino no es mera coincidencia.
Dicen El Bronco y su secretario de gobierno, Manuel González, que debemos estar tranquilos, que no hay ninguna escasez de agua y que los niveles de las presas están “normales”. Ja. El escenario más previsible apunta hacia una crisis de mediana a severa (de vuelta a los tinacos), con el gobierno medio haciendo entre la sospecha general de que, una de tres: o son corruptos, o son ineptos, o son las dos cosas.