Van a perdonarme los admiradores de Mercedes Sosa.
También le tengo su lugar especial.
Pero como intérprete de tal canción prefiero a Soledad Pastorutti.
Quizás porque con su voz mucho menos grave que la de la Negra resultan menos sombrías la nostalgia o la pérdida. Cosas, que todos sabemos, son esas de las que se trata la Canción de las simples cosas.
Nunca he creído que el orden y el desorden sean contrarios. Sostengo que son complementarios y útiles según cada contexto.
Conviene ser ordenado en las cosas simples, hacer rutinario lo que no merece desperdiciar energía mental.
Cosas sencillas, como poner los objetos (llaves, documentos, cartera, celular) siempre en el mismo lugar; o mantener el automóvil impecable, o tener nuestra área de trabajo con las herramientas al alcance de la mano.
Hay cosas simples que son geniales en su simpleza y que ya no pueden perfeccionarse.
Objetos perfectos, los bautizó Umberto Eco. El libro, la cuchara, la rueda, las tijeras, el clip, el lápiz.
Por su parte, Karl Popper decía que todo lo nuevo nace de la crítica hacia lo viejo.
Creo que es allí donde el desorden debe traducirse en creatividad y en innovación.
Abrir la mente, y con el cuestionamiento al orden establecido dar esos grandes saltos hacia adelante en el conocimiento, en la ciencia y en la tecnología.
En la expansión de las fronteras de la capacidad humana.
Creo que la vida, la nuestra, siempre nos pedirá espacio y tiempo para el orden y para el desorden.
Para la neofilia y para la neofobia.
Para poder cambiar.
Pero también para saber permanecer.