Uno de los estados que mejor refleja la transformación que está viviendo el país es Oaxaca, donde el mes pasado se aprobó despenalizar el aborto y donde este domingo termina la edición 39 de su feria del libro, organizada por mujeres como Yásnaya Aguilar, Tanya Huntington e Isabel Zapata, quienes propusieron 51 mesas con perspectiva de género y a Rebecca Solnit, autora de Men Explain Things to Me, como conferencista inaugural.
La literatura, sostienen las organizadoras, es un territorio en disputa donde “se construyen algunos de los modelos de quiénes somos y más importante aún de quienes podríamos ser”. Se trata, dicen, de “poner el cuerpo en acción y recuperar espacios tanto para la rabia como para el goce: de la masa al glitter, de los esténciles a los memes”.
Dentro de la feria, un grupo de reporteros que coincidían año tras año en la cobertura creó un Encuentro de Periodismo Cultural Latinoamericano que llegó ya a su novena edición y en la que ahora incluyeron una mesa sobre “El espectáculo del periodismo en México: la distinción Chairos vs. Fifís”. En esa mesa me tocó participar junto con Juan Carlos Valdés, Columba Vértiz y Esteban Illades; aquí comparto algunas de las ideas de la discusión.
En mi turno sostuve que México está viviendo una transformación expresada en una nueva política exterior, una nueva relación del gobierno con los empresarios y con los medios. Más allá de juicios, también hay una nueva política educativa y una nueva política salarial. Otra visión de desarrollo social que para algunos, es populista y clientelar, mientras que para otros es lo contrario, por fin se reconocen los derechos sociales y ya no hace falta mostrar la credencial de pobre.
La transformación en curso también implicó un desplazamiento brutal en las élites políticas. Durante al menos 30 años tuvimos un país manejado por la escuela del ITAM con una visión economicista, apegada al neoliberalismo, donde privaba aquella consigna de primero crecer para después repartir. Lo único que creció fue la desigualdad y el número de millonarios. Somos un país cada vez más inequitativo, con niveles de pobreza similares a los de hace 30 años y peores salarios.
Ante el cambio la prensa nacional sí está dividida, pero no entre chairos y fifís, sino entre la prensa profesional y aquella que no la es, porque quienes hacemos periodismo sabemos que periodismo es crítica, no es concebible un periodismo que no indague, que no critique, que no cuestione, que no profundice. Así que realmente no hay chairos y fifís en la prensa. Hay visiones contrastantes porque no hay periodismo neutral.
Esa vieja idea de la objetividad que nos vendió el periodismo gringo del siglo pasado es algo decimonónico, ni siquiera del siglo XX, es una idea del positivismo. Hacemos periodismo desde la perspectiva de nuestra educación, experiencia de vida, enseñanzas y los medios en los que trabajamos. Más que objetiva, la visión debe ser equilibrada y justa, con espacio para incluir explicaciones y voces diversas. Para eso, no hace falta ser chairo ni fifí, solo basta ser un periodista profesional.
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