Política

Del populismo y el nuevo contrato social

  • Afinidades Selectivas
  • Del populismo y el nuevo contrato social
  • Héctor Zamarrón

Una de las mayores interrogantes que abre este 2019 es si estamos ante el comienzo de un régimen –el de la cuarta transformación– caracterizado por el neopopulismo que recorre el mundo y que amenaza a las democracias (en términos de Levitsky y Ziblatt en Cómo mueren las democracias) o si estamos por establecer los términos de un nuevo contrato social.

Venimos de una era neoliberal que dejó al país lacerado por la corrupción, la violencia, la pobreza y la desigualdad –que no son lo mismo, sino consecuencias unas de otras. Sin embargo, periodistas e intelectuales autodefinidos como liberales, ven con preocupación las nuevas políticas públicas de desarrollo social, el apoyo a jóvenes, las becas y la política educativa que apuesta por masificar las universidades.

Más que buscar entenderlas recurren al recurso de ridiculizarlas y vaticinan un negro futuro para el país.

Pero qué pasa si están equivocados, qué pasa si más bien nunca alcanzaron a entender cuán profundo era el deseo de dejar atrás una era donde la corrupción y la violencia se daban la mano, donde la casa blanca se tocaba con las fosas clandestinas que cruzan de un extremo a otro la nación.

Qué pasa si de verdad, aunque no lo hayan planteado así sus protagonistas, estamos ante la formulación de un nuevo contrato social donde los excluidos de siempre sí están invitados a la mesa.

¿Es populismo apostar por políticas públicas universales o más bien está de regreso el viejo debate sobre si las políticas de desarrollo social deben ser universales o focalizadas?

Hace mucho que el mismo Amartya Sen dejó claro que la focalización parte del error de considerar a la población objetivo como un ente pasivo cuando en realidad, reacciona ante el programa y se produce el fenómeno de la reflexividad.

Los programas sociales aplicados hasta ahora no han contenido ni la pobreza ni la violencia. Más bien, se gasta en exceso en su administración y vigilancia, a pesar de lo cual terminan desviados como en Veracruz y en la Sedesol.

Gabriel Zaid, sobre quien no pesa sospecha alguna de populista, recomienda no ofender a los pobres con limosnas, ni exámenes de pobres para que demuestren que son lo suficientemente poca cosa para recibir dinero.

Cuando un programa es universal, explica Zaid en El progreso improductivo, los ciudadanos "reciben dinero como iguales, como socios de la sociedad, algo que por derecho les corresponde".

Hay en la universalidad un tema de dignidad personal que los críticos subestiman o hasta desconocen. Uno de los principales problemas de la pérdida del empleo, por ejemplo, es el golpe a la autoestima. Recuperarla es condición necesaria para reintegrarse, apunta Bernardo Kliksberg en Hacia una nueva visión de la política social en América Latina: desmontando mitos.

Nuestra democracia sí está en riesgo, pero no por las razones que preocupan a intelectuales y periodistas –y a muchos influidos por ellos–, está en riesgo porque no hemos discutido suficiente los efectos del neoliberalismo. No hemos hablado suficiente de pobreza, de desigualdad, de personas con discapacidad, de pueblos indígenas, bueno hasta de machismo y de sexo nos falta hablar.

Comencemos la conversación, es tiempo. Renovemos el contrato social.



hector.zamarron@milenio.com

@hzamarron


Google news logo
Síguenos en
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.