Política

El regreso y lo que se viene

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Las cosas están claras para el proceso electoral. AMLO regresó renovado de ánimo, pero con el mismo objetivo inmediato (ganar la elección de junio) y los mismos métodos: aplastar a la oposición vía un discurso de generalizaciones mentirosas y de polarización social y política con acciones legislativas que buscan ampliar su poder y debilitar a sus opositores. Es la voluntad de intervenir, más bien de conducir, abiertamente, desde ahora y hasta su conclusión, en el proceso electoral, digan lo que digan, la ley y el INE. El Presidente sabe lo que se juega. Mantener o perder la mayoría de la Cámara de Diputados significa consolidar y darle duración a su proyecto (la razón de su historia y de su larga vida y lucha política) o condenarlo a un estancamiento y probablemente a un fin prematuro. Creo que esto último es la peor pesadilla del Presidente.

Del otro lado del espectro, una oposición que tímida y erráticamente comienza a asumir el enorme reto de enfrentar un proyecto que, cuando menos hasta la fecha, ha significado serios y graves retrocesos para toda la vida del país (democrática, social, económica, etc.) a cambio de algunos logros aún poco valorados y sobre todo, casi nada consolidados. En general, todos los gobiernos suelen ser ambivalentes: tienen algunas cosas buenas y muchas malas y enormes omisiones. La diferencia entre la 4T y esos otros gobiernos, buenos, mediocres o malos es que no habían amenazado las bases de la democracia, como lo está haciendo AMLO.

La reedición del hiper presidencialismo, el debilitamiento y/o los ataques abiertos en contra de las instituciones que posibilitan la democracia (INAI, INE); la profunda polarización política alentada y agravada desde la presidencia; el desprecio por la verdad en el discurso y el debate políticos y la descalificación infundada de la oposición (lo que se vale y es imprescindible, es la crítica fundada en razones y apegada a la ley) son fenómenos nuevos que auguran un futuro poco promisorio para la democracia y la posibilidad de seguir eligiendo en libertad, o cuando menos con una cancha pareja para todos los participantes, a nuestros gobernantes en 2024.

Las alianzas entre PAN y PRD no son nuevas y medio nos acostumbramos a ellas; pero una alianza PAN, PRI y PRD suena a blasfemia. No lo es en este caso, desde mi punto de vista, porque lo que está en juego va mucho más allá de las diferencias programáticas e ideológicas: son los fundamentos de la democracia y la posibilidad de poner y quitar gobiernos; es decir, de construir entre todos el futuro del país y no solo por parte de un líder (aunque se sienta el cuarto héroe del país) y sus seguidores.

Por desgracia, el descrédito ganado a pulso y la casi nula voluntad de rectificación y renovación de los partidos aliancistas son obstáculos enormes que reducen sus probabilidades éxito. Tienen una propuesta buena, pero casi desconocida. Además, adolecen de credibilidad y carecen de figuras nuevas y carismáticas que pudieran atraer a los ciudadanos apartidistas, especialmente a los jóvenes y a los desencantados con la 4T. Si logran convencer a sus bases de que la alianza es por un bien mayor (la democracia) y por darle viabilidad a una propuesta real de mejora, serán más competitivos que participando cada uno por su parte. Es un avance que debe defenderse y cuidarse. Pero pudiera ser insuficiente para ganar la mayoría de los diputados. De eso que falta, hablaremos en otra entrega.

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Guillermo Valdés Castellanos
  • Guillermo Valdés Castellanos
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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