¡Linda tu blusa!, me dijo mi vecina ayer. Y de inmediato, levantando la ceja inquirió con un dejo de envidia: —¿de marca, la heredaste o es de paca?... porque deja decirte que sale muy buena y barata, no es que la compre, pero la he visto—.
“De paca”, así se le conoce a ropa “de segunda” que por cajas y bultos se compra en la frontera norte para vender en el país a precios muy accesibles en mercados y tianguis, e incluso en tiendas formales conocidas como fast fashion. Negocio redondo, se compra una paca (en muchas ocasiones sin conocer el contenido real de piezas y estado) por 500 pesos promedio, se separa la mejor (por su calidad o marca) y el resto se vende por igual entre 10 y hasta 50 pesos por pieza.
Y por qué negar la propiedad de una prenda Lacoste, Mango, Nike, Tommy Hilfiger, Gucci, Chanel, Versace, Prada, Armani y, hasta, Louis Vuitton, a nadie. Estas grandes marcas pueden caer en el clóset de cualquier mortal sin distinción, aunque sí, claros de que es una imitación pirata o, descaradamente, un clon (que los hay de primera, segunda, tercera y hasta cuarta generación), o bien, con el riesgo eterno de poseer un original que pasó por manos de un sinfín de usuarios o un amante de lo ajeno antes de considerar que se tiene un gran tesoro.
Lo anterior parece lo más negativo de este mercado, pero también resulta intrascendente ante el planteamiento de la startup de ropa de segunda mano Trendier, que nos acercó un estudio sobre el tema, su importancia, valor y referencia de aprovechamiento a favor del medio ambiente.
Suscriben la afirmación de Greenpeace de que la industria textil es considerada como la segunda más contaminante del mundo después de la petrolera, y subrayan que la ONU calcula que el valor de la ropa usada en el mundo es de 4 mil 300 millones de dólares al año.
Los estadunidenses desechan en promedio 36 kilos de ropa anuales, por eso son el principal proveedor del mercado de segunda, con un monto de 687 mdd. Canadá, Chile y Guatemala son los principales destinos de esa mercancía. México ocupa el sexto lugar, recibiendo 30 mdd, según cifras de la ONU destacadas en Trendier.mx.
Estas cifras han dado pie a movimientos como el slow fashion, que propone un consumo consciente de las consecuencias de preferir a productores locales, buscar estilos atemporales que no necesiten cambiarse durante algún tiempo y darle prioridad a la ropa de segunda mano de manera formal y seria. El estudio además revela que ya sea por la emoción de la búsqueda, por la variedad de estilos que ofrece o para economizar, muchas celebridades (no solo mi vecina “ha volteado a verla”) prefieren la ropa de segunda. “El rapero Macklemore es tan fanático de comprar ropa de segunda que incluso escribió la canción Thrift Shop, una oda a la experiencia de comprar usado”.
“Sara Jessica Parker es una embajadora del consumo responsable de la moda, al grado de que para su hijo compra solo ropa de segunda mano e incluso algunos de sus personajes que interpreta en las series de televisión visten exclusivamente ropa de este tipo”, señala como ejemplo Trendier.
La oferta es sencilla, en comunidades en línea como Trendier, las usuarias pueden comprar o vender ropa de segunda, bolsas y accesorios. Bien por la iniciativa, pero, aclaro, la blusa es de estreno.
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