Ya, caramba, dejen de molestar a la cuatroté. Los animales pueden cruzar las vías sin problemas; si acá en la ciudad cruzamos avenida Revolución, un paso de la muerte, un zorrillo atraviesa chiflando la vía del tren...
Repantigado en el mullido sillón de su amplísimo estudio, Gil supo, poseído por un fulgor inenarrable, que era el destino de su propio arquitecto y que así actuaría en su vida, con ese orden. Los días de guardar pasaron como hojas de papel volando, ¿o cómo era? Gamés repasó algunas hachas y hechos, entre los primeros y más llamativos: el descarrilamiento del Tren Maya. Gil sufrió un sobresalto cuando se enteró de la noticia. Por fortuna el asunto no pasó a mayores, quedó en menores, si usted vio la escena era de risa loca, un vagón se salió de la vía, como si fuera de juguete. Por cierto, los vagones están bonitos.
Una nota de Quadratín publicada en su periódico El Financiero informó esto: “un vagón del Tren Maya se descarriló en la estación de Tixkokob, en Yucatán, cuando el tren iba en el trayecto de Campeche hacia Cancún”.
La frase del sexenio: son cosas que pasan. Según la información disponible, el incidente tuvo lugar en la localidad de Tixkokob, después de que el tren saliera de Campeche con dirección hacia Cancún. El incidente, como era de esperarse, causó preocupación entre pasajeros y operadores.
¿Pues con qué fijaron las vías a los durmientes?, se pregunta Gamés. Para empezar, con los pernos que usaron para construir la Línea 12 del Metro de la Ciudad de México, eso que ni qué. Y los durmientes los colocaron con gran destreza. Y como era inevitable todo mundo se preguntó por el balasto de los durmientes. Malo, malo.
Las hadas
El Tren Maya ha recibido críticas por parte de especialistas en medio ambiente desde antes de que iniciara su construcción. Apenas en febrero, una serie de auditorías de Fonatur revelaron que el Tramo 5 del Tren Maya no ha cumplido con los planes de mitigación ambiental, lo que quiere decir que no se ha hecho nada por el manejo de los ecosistemas de flora y fauna.
Ay, ya, tampoco se pongan tan pesados, total una Flora y una Fauna, faltaría Margarita para que fueran las haditas de La Bella Durmiente.
Los documentos señalaron las deficiencias en el monitoreo del agua superficial y subterránea, la falta de instalación de pasos de fauna que ayuden a los animales de la región a transitar sin riesgo, en una zona donde abundan las especies. Además, los trabajos de construcción en el Tramo 5 están causando la demolición de cuevas y afectando a los cenotes.
En videos obtenidos por su periódico El Financiero, se observa cómo una gran maquinaria realiza el taladramiento del suelo y contamina el agua del sistema Aktun T´uyul, en donde se han registrado más de 20 perforaciones.
Ya, caramba, dejen de molestar a la cuatroté. Los animales pueden cruzar las vías sin problemas; si acá en la ciudad cruzamos avenida Revolución, un paso de la muerte, un zorrillo atraviesa chiflando la vía del tren.
¡Gracias!
A rastras, Gil terminó la obra magna del presidente Pedro Miguel, perdón, López Obrador. No vayan a creer, no fue nada fácil. Gilga destaca el capítulo 15: “Fundamentos de una república amorosa”. En esas páginas Liópez se convierte en Montaigne, bueno un Montaigne de Macuspana. Se trata de pequeños fragmentos inspirados e impresos en Cartilla Moral escrita por aforistas impresionantes, Gil muestra aquí tres de ellos: “De la dignidad: no se debe humillar a nadie”. Gil suscribe esta brevedad profunda que no habría logrado La Rochefoucauld. Otra joya aforística: “Del amor: el amor al prójimo es la esencia del humanismo”. Erasmo de Róterdam revivió y repitió la máxima de estos feligreses. No se vayan, lean esto: “De la gratitud: el agradecimiento es la mayor virtud de una persona”.
La obra presidencial termina a tambor batiente con un poema de Amado Nervo, un bodrio, si le permiten a Gil referirse así a un poema de un gran escritor como Nervo. Los versos son muy conocidos y se declamaban en la escuela primaria. El primer verso: “Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo vida / porque nunca me diste ni esperanza fallida, / ni trabajos injustos, ni pena inmerecida (…)”. Y el gran final del libro y del poema: “¡Vida, nada me debes! ¡Vida estamos en paz!”. ¡Aigoeeei!
Todo es muy raro, caracho, como diría el dramaturgo francés Sacha Guitry: “Vida: conjunto de pequeños dramas que, todos juntos, no constituyen más que una comedia”.