Gil se preparaba para depositar su voto en la urna. En eso estaba, en ensoñaciones políticas nacionales cuando se estrelló con un ensayo de Thomas L. Friedman publicado en The New York Times, versión en español. El texto repasa la peligrosa conducta de Netanyahu y su salvaje guerra contra Gaza. Y Gil arroja unos cuantos subrayados a esta página del fondo.
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Si estás llevando la cuenta, seguramente te habrás dado cuenta de que los dos funcionarios de defensa más importantes del gabinete de guerra de Benjamin Netanyahu —el ministro de Defensa, Yoav Gallant, y el antiguo jefe del Estado Mayor Militar Benny Gantz— advirtieron la semana pasada que Netanyahu está llevando a Israel a un abismo desastroso al negarse a presentar algún plan para que los palestinos no pertenecientes a Hamás gobiernen Gaza y, en cambio, parece estar contemplando una ocupación militar israelí de Gaza a largo plazo. Gantz dijo que abandonaría el gobierno si no había un plan para el 8 de junio.
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Pero ahora el primer ministro israelí está ocupado haciendo algo aún más peligroso para el futuro de Israel y para Estados Unidos. Está machacando sin descanso la opinión pública israelí con que no hay diferencia entre Hamás, el grupo inspirado por los Hermanos Musulmanes, abocado a borrar del mapa el Estado judío y sustituirlo por uno islámico, y la Autoridad Palestina laica, dirigida por Fatah en Cisjordania, que se adhirió a los Acuerdos de Oslo a mediados de la década de 1990 pidiendo una solución de dos Estados y colaboró con Israel durante tres décadas para limitar la violencia en Cisjordania.
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La Autoridad Palestina tiene un millón de defectos, algunos creados o exacerbados por los violentos colonos israelíes. Pero hay una razón por la que Netanyahu entraba en pánico cada vez que su líder, Mahmud Abás, decía, en efecto: “Está bien, Bibi (como le apodan a Netanyahu), ¿quieres controlar Cisjordania tú solo? Aquí tienes las llaves”. Es porque Netanyahu sabe muy bien cuánto coopera la Autoridad Palestina con el ejército israelí y el servicio de seguridad Shin Bet para mantener bajo control Cisjordania, y cuánto le costaría a Israel en dinero, soldados y legitimidad si Israel tuviera que gestionar en solitario la seguridad, la salud, finanzas y la educación palestinas en Cisjordania. Y, sin embargo, como los socios de extrema derecha de Netanyahu en la coalición quieren anexionarse Gaza —y sus votos pueden mantenerlo en el cargo y fuera de la cárcel si es condenado en sus juicios por corrupción—, Bibi (como le apodan) está repitiendo que Hamás y Fatah son lo mismo.
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La aquiescencia de Netanyahu con la extrema derecha, Smotrich y Ben-Gvir, se ha visto generalmente motivada por su necesidad de mantener su coalición unida y a sí mismo fuera de la cárcel. Ahora parece que ha vendido voluntariamente su alma a la extrema derecha. Una explicación es que la extrema derecha religiosa proyecta en él una imagen mesiánica que corresponde con su propia sensación de haber sido llamado a salvar a Israel y al pueblo judío. Tiene un plan para el día después y está muy claro para quien lo escuche: ‘Victoria total’ y, finalmente, el regreso de los asentamientos judíos allí. Israel va camino de reocupar Gaza.
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Si eso sucede, Israel se convertirá en un paria internacional y las instituciones judías de todo el mundo se verán divididas entre los judíos que sentirán la necesidad de defender a Israel —con razón o sin ella— y quienes, con sus hijos, lo considerarán indefendible.
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Mi regla: nunca escuches lo que Bibi te dice en privado en inglés. Solo escucha lo que dice en público en hebreo. Durante meses, el equipo de Biden le ha suplicado a Netanyahu que articule una visión post-Gaza que implicara el control palestino y árabe sobre Gaza y una vía a largo plazo hacia la desmilitarización del Estado Palestino —para que Estados Unidos no esté facilitando una ocupación israelí de Gaza, junto con Cisjordania— y que allane el camino para un pacto de seguridad entre Estados Unidos y los saudís que también pudiera producir la normalización de las relaciones entre Israel y los saudíes.
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Como todos los viernes, Gil toma la copa con amigos verdaderos, mientras se acerca el mesero con la charola que soporta el Glenfiddich 15, Gamés pondrá a circular por el mantel tan blanco la máxima de Amos Oz: “La realidad no puede ser ignorada ni negada por mucho tiempo”.
Gil s’en va