Gil nunca pensó que volvería a ver escenas de ese pasado remoto de la vida política mexicana. El jefe de Gobierno, Martí Batres, y la secretaria de Cultura, Clara Curiel de Icaza, presentaron el nuevo y definitivo cántico de la CdMx
Repantigado en el mullido sillón del amplísimo estudio, Gil nunca pensó que volvería a ver escenas de ese pasado remoto de la vida política mexicana, pero al parecer nada se va del todo. En la escena, el jefe de Gobierno, Martí Batres, la secretaria de Cultura, Clara Curiel de Icaza, y el gabinete en pleno de la Ciudad de México, henchidos de orgullo, plenos de felicidad, presentaron el nuevo y definitivo himno de la Ciudad de México. Curiel de Icaza al micrófono: “presentamos un himno cuya letra y música han sido compuestas por una mujer. Lo cual es inédito en el mundo y la historia de la música mundial”.
Gamés sufrió un estremecimiento: en la historia del mundo mundial. Martí Batres le pidió, según la secretaria de Cultura a un grupo de músicos “un himno relevante, que tuviera identidad y que fuera propositivo”. A Gil le interesó en especial lo del himno propositivo, ¿qué propondrá este himno? A Gilga lo devoraba la curiosidad. Para esta empresa los expertos (esto lo va a saber Liópez y les va a ir como en feria) invitaron a una mujer, pionera de la composición en México, autora de óperas y óperes: Marcela Rodríguez, “amante de las culturas mexicanas”.
La familia Rodríguez ha dado grandes talentos y talentas, prueba de ello es que su hermana de Marcela es ni más ni menos que la dramaturga de maíz, Jesusa Rodríguez: clap-clap-clap. Tanto tiempo, Chucha, ¿qués de tu vida?
La colectiva
Doña Marcela invitó a otras voces para la creación del himno e integraron “una colectiva” (así dijo): “El Ombligo de la Luna”, seudónimo, dice Rodríguez, de la autoría del himno: “A mí me hubiera gustado que este himno se hubiera hecho por todos ustedes y toda la ciudad de México, pero a veces es imposible hacer un proyecto así”.
Esto es muy cierto, porque imaginen cuántos himnos tendríamos, incontables. También es verdad que pudo hacerse una encuesta para aprobar estrofa por estrofa. Por su parte, Gilga hubiera propuesto su himno a la ciudad: “La energía que se muestra en la cancha / es emblema de un conjunto triunfador./ El Necaxa es un Rayo y no se apaga, / el Necaxa es un equipo vencedor./ ¡Fuerza Rayos! que ganamos la batalla / y dejamos en la cancha el corazón. /El Necaxa es un Rayo y no se apaga, /el Necaxa es un equipo vencedor. ¡Qué! Cada quien su himno, ¿no dijo eso la maestra Rodríguez?
La compositora dio lectura al himno y Gil quedó prendado, razón por la cual ofrece algunas tabletas de esta creación monumental: “Ciudad de México/ espejo mágico,/ Llevas en tu nombre / el ombligo de la luna. // Tus calles, serpientes, / canales de fuego / de aire de asfalto / circulación sanguínea / movimiento perpetuo. // Ciudad de México / cercado cósmico / guerrera mística / espejo lúcido / precipicio horizontal // Turquesa, agua preciosa / tuna de piedra / nopal divino. / Nocturna, sueño latente / ciega vidente, ciudad milagro.
Sí se inspiró “la colectiva”, eso que ni qué. Eso de “tuna de piedra” no tiene parangón. O sí lo tiene en estas breves líneas de poesía nacionalista: nopal divino. / Nocturna, sueño latente / ciega vidente, ciudad milagro. Grandes poetas y poetos levitaron al leer su creación.
Inspiración
¿Alguien tiene a la mano una tuna de piedra? Señoras y señores, la verdad: Luis Sandi, Blas Galindo, José Pablo Moncayo y David Ayala habrían saludado la mexicanidad, mju, de este puchero intragable. Ahora mal sin bien: si usted lo oye con música, Gamés le jura y perjura que lloraría de pudor.
Gilga considera que la regresión que ha traído la cuatroté no sólo ha sido política, también y sobre todo envuelve el mundo del estado cultural. Temeroso, con la frente perlada de sudor (ya quedamos en que una frente sin perlas de sudor no vale nada), Gilga estaba seguro de que en cualquier momento entraría al recinto del Ayuntamiento Carlos Chávez para interpretar Sinfonía india. ¿Han oído la sinfonía de Chávez? Atrévanse y verán si no se comen una tuna de piedra. No somos nada.
Todo es muy raro, caracho, como diría Umberto Eco: “Nada es más nocivo para la creatividad que el furor de la inspiración”.
Gil s’en va