Gil cerraba la semana y encontró un editorial de Martin Wolf en The Financial Times sobre las amenazas de una segunda presidencia de Donald Trump, el texto alborotó el cotarro. Gilga presenta aquí una parte de ese ensayo. No se espanten, pero así sería la cosa si gana Trump la presidencia por segunda vez.
***
Un segundo mandato de Trump pondría en peligro la República. ¿Qué significaría el gobierno de un nacionalista de 'Estados Unidos primero' para la credibilidad de los sistemas políticos y económicos de Occidente?
La semana pasada, Estados Unidos dio otro paso en su camino hacia la autocracia, cuando Liz Cheney perdió las primarias republicanas por su distrito de Wyoming. Su padre es el exvicepresidente Dick Cheney, quien planeó la guerra de Irak bajo George W. Bush. También es impecablemente conservadora. Sin embargo, se ha convertido en un anatema para los republicanos. ¿Su crimen? Ella cree que aceptar el resultado de unas elecciones justas es un deber más importante que promover las mentiras de su “gran líder”.
***
El partido republicano adoptó el Führerprinzip (“principio de liderazgo”) de los alemanes en la década de 1930. Esta es la noción de que la lealtad a un líder que define lo que es verdadero y correcto es la obligación primordial. La adopción por parte de los republicanos de la gran mentira de Trump de que ganó las últimas elecciones presidenciales es un ejemplo perfecto de este principio. Aquí, además, se opone directamente a un valor fundamental de la democracia liberal, el de las elecciones justas. Hace diez años, la mayoría de nosotros habríamos pensado que tal desarrollo era inconcebible en los Estados Unidos. Pero con el ascenso de Donald Trump se volvió probable. Ahora, la reacción no tanto de Trump a su derrota como de su partido a sus mentiras brinda otro momento decisivo.
***
Como sostienen Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, de Harvard, en su espléndido libro Cómo mueren las democracias, no es difícil subvertir una democracia. Ha sucedido muchas veces, tanto en el pasado como en el presente.
Primero, subvertir el sistema electoral. En segundo lugar, capturar a los árbitros (el poder judicial, las autoridades fiscales, las agencias de inteligencia y las fuerzas del orden). En tercer lugar, dejar de lado o eliminar a los opositores políticos y, sobre todo, a los medios de comunicación. Apoyando todos esos ataques habrá una feroz insistencia en la ilegitimidad de la oposición y la “falsedad” de la información que no se alinea con las mentiras que el líder encuentra más útiles hoy.
***
En su primer mandato, Trump progresó mucho al establecer sus mentiras como la verdad para sus seguidores. Pero ni él ni sus subordinados habían descubierto aún cómo rediseñar el sistema electoral o el gobierno, en parte porque aún no contaba con los asistentes “correctos”, es decir, fanáticos, competentes y devotos. Estaba rodeado de personas ahora juzgadas como "desleales", es decir, aquellas que tenían al menos algunos principios. Esto ha cambiado. Ahora ha hecho que el partido sea en gran parte suyo. La defenestración de Cheney es prueba de ello. Igual de importante es la convicción ampliamente compartida entre los republicanos de que él está por encima de toda responsabilidad por su comportamiento ante la ley o, en realidad, ante el Congreso. Él y su partido, como ha argumentado Robert Kagan, también han explotado las mentiras sobre el “robo” (fraude electoral) para justificar la subversión de las elecciones estadounidenses, en la cual se está progresando mucho.
***
Despotismo significa gobierno sin rendición de cuentas. No significa mandato competente o intrusivo. Es posible que el despotismo sea incompetente y perezoso. Hay innumerables ejemplos de esto. Pero sería despotismo, de todos modos. ¿Qué significaría para el mundo una segunda administración Trump de este tipo? ¿Qué significaría sobre todo para sus aliados? ¿Qué significaría para la credibilidad del sistema económico internacional liberal el gobierno de un nacionalista con el lema “Estados Unidos primero”, con el tipo de administración descrito anteriormente? ¿Qué significaría para la cooperación mundial? “Nada bueno” es la respuesta a todas estas preguntas.
***
Como todos los viernes, Gil toma la copa con amigos verdaderos. Mientras un mesero con cubrebocas se acerca con la charola que sostiene el Glenfiddich, Gamés pondrá a circular la frase de Roosevelt sobre el mantel tan blanco: “Una gran democracia debe progresar o pronto dejará de ser o grande o democracia”.
gil.games@milenio.com