Gil ingirió Tafil (il-il). Sólo así pudo llegar al cierre de la Feria. Con sus lentes negros empotrados en el nacimiento de la nariz y los cuellos erectos de su camisa (no empiecen), se asomó a la presentación del libro de Ana Clavel, amiga de un mal amigo, que sin embargo, le regaló estos subrayados de Autobiografía de la piel (Alfaguara, 2025).
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“¿Hay acaso algo más profundo que la piel?”
—Paul Valery
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... si bien cada aventura del crecimiento le pertenecía a ella sola, el aliento que la impulsaba era semejante al nuestro: nosotras también habíamos deambulado por el bosque de la vida, alentadas por el deseo del padre perdido”.
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“Trabajaba en la sombras pero supo hablar desde entonces de la piel de los secretos”.
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La verdad es que llevo días sin hallarme. Me he buscado en la cama y por más que revuelvo las sábanas y aún es posible encontrar la huella de mi cabeza en la almohada, e incluso alguna pestaña como resabio de una promesa por cumplirse, no estoy allí.
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¿En qué momento nos apartemos de la gente realmente importante de nuestras vidas? Como si una puerta se clausurara y después ya no supiéramos ni siquiera que esa puerta existía y que conducía a un lugar.
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Hubo una vez un hombre que atisbó algunas de las mujeres que nos habitan: “Quiero hacer el amor con estas dos mujeres”, declaró a mis espaldas el que sería mi nuevo hombre por el resto de la noche. Estábamos en medio de una fiesta de amigos mutuos, pero yo ni siquiera había reparado en su presencia, de modo que lo enfrenté ajustándome los anteojos: no, no parecía haber tomado alcohol en exceso como para desenfocarme y convertirme en dos. Sólo su sonrisa volátil recordaba la alegría de los aviones cuando están a punto de alzar el vuelo.
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Esto es el colmo, respondo a la voz, ni en mi propia cama puedo descansar. Cuánta razón tenía mi adorado Truman Capote al escribir que cuando Dios le entrega a uno un don, también le da un látigo; y el látigo es únicamente para autoflagelarse. En mi caso lo del don he llegado a ponerlo en duda, pero al respecto del látigo aquí están las cicatrices en mis ojeras para quien quiera constatarlo.
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Además de la pintura y una curiosidad perene, su otra pasión era el alcohol. Era un bebedor tan ocurrente y divertido, que no descubrí su alcoholismo sino después, cuando las borracheras fueron acompañadas de situaciones límite en que llegó a ponerse en riesgo a sí mismo y a nosotras en franco peligro. Pero eso sucedía en los extremos, en el medio se cruzaban situaciones bizarras. Como la madrugada en que, al extrañar su cuerpo en la cama que compartíamos, lo descubrí en una habitación contigua, perdido en la entrepierna de un fotógrafo bengalí, que también residía temporalmente, como nosotros en aquella Maison des Arts.
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Fuentes confiables hablan de que desde el 2015 los feminicidios en México se han incrementado en un 135 por ciento y a la fecha son asesinadas diariamente de diez a once mujeres en el país. Se me dirá que la barbarie de matar a mujeres y hombres con saña ha existido desde siempre, pero ¿por qué de pronto los asesinatos se han disparado a niveles desorbitantes y cada vez es mayor el performance de la muerte —la palabra que me cuesta escribir es: el performance macabro de la muerte?—.
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Llevada por la curiosidad, realicé una encuesta en mis redes sociales, con la pregunta de cuáles jugadores preferían ver desnudos, totalmente en pelotas, en un partido idílico de futbol. La respuesta fue apabullante de mujeres, pero también de varones. Después de hacer sumas y comparar subtotales, he aquí el equipo estrella: Zidane, Figo, Beckham, Ronaldinho, Beckenbauer, Valdano, Rafa Márquez, Pep Guardiola, Ronaldo, el ahora impresentable Piqué, Frederick Ljunberg y una larga lista de suplentes italianos, holandeses y uruguayos. No está nada mal fantasear con tanta pelota, tanto músculo, tanta testosterona. La verdad, parafraseando al poeta César Vallejo, al menos así podría declararme vencida: Hay goles en la vida tan fuertes... ¡Yo no sé!
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Como todos los viernes, Gil toma la copa con amigos verdaderos. Mientras el mesero se acerca con la charola que soporta el Grey Goose, Gamés pondrá a circular la frase de Susan Sontag: “Amar duele. Es como entregarse a ser desollado y saber que en cualquier momento la otra persona podría irse llevándose tu piel”.
Gil s’en va