Política

Alrededor de Maquiavelo

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“En la alta política hay que tomar decisiones rápidas y, una vez tomadas, hay que ser firme en su aplicación; si eres una persona indecisa o te da miedo equivocarte, simplemente dedícate a otra cosa”, consideraba el filósofo y escritor italiano...

Gil cerraba la semana con dolores musculares producto del intenso ejercicio al que dedica una parte de su vida. ¿Lo dudan? Hay libros a los cuales nunca les prestamos importancia, páginas abandonadas sin lector que las haga vivir, pero un día caen en nuestras manos y reviven. Así le ocurrió a Gil con éste: Maquiavelo. De príncipes caciques y otros animales (Batiscafo, 2025) de Ignacio Iturralde; estudiosos de las ideas políticas podrían increpar a Gil, pero ah, la tentación. Lean estos subrayados.

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Sirvan estas líneas de Maquiavelo para confeccionar un arnés con el cual sentirnos seguros ante los abismos que este filósofo descubrió a la humanidad: 

“Con todo, y a fin de preservar nuestro libre albedrío, juzgo que quizá sea cierto que la fortuna sea árbitro de la mitad de nuestro obrar, pero que el gobierno de la otra mitad, o casi, lo deja para nosotros”.

Todos los sistemas políticos propuestos por los teóricos hasta Maquiavelo no tuvieron en cuenta la Fortuna. Maquiavelo se alejó de los mundos ideales para ocuparse del realismo político, de la política como la técnica de lo posible.

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La mejor forma de imaginarnos a la familia Médici es pensar en una gran dinastía plebeya. En los Rothschild, por ejemplo. Son estas estirpes de banqueros ambiciosos las que han conseguido perpetuarse en el poder, generación tras generación, gracias a un inmenso capital financiero. Todas ellas son conocidas, además, por su altruismo y mecenazgo del arte y la cultura. Indudablemente, los Médicis de Florencia fueron pioneros en estos dos aspectos, como también lo fueron en utilizar el crédito y las deudas para doblegar voluntades y conseguir objetivos políticos que fueron mucho más allá de los intereses económicos de su banca. De origen humilde (en un primer momento fueron comerciantes de lana), la familia Médici metida a banquera se convirtió rápidamente en una de las más ricas e influyentes de toda Europa.

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Corría el año 1478. En aquel momento, el gobierno de Florencia estaba en manos de Lorenzo de Médici, magnífico príncipe pero pésimo banquero. Al descuidar Lorenzo sus negocios en favor del arte, la inexorable competencia en la banca se habría de reforzar hasta tal punto que los Pazzi se convirtieron en banqueros y validos del Papa. Y, como ocurre con puntual regularidad, los Pazzi planearon hacerse también con el gobierno de Florencia, aprovechando el apoyo de Su Santidad. La forma escogida para dar el golpe de Estado es una muestra de la brutalidad del período y no desentonaría en una hipotética cuarta parte de El padrino. El complot de los Pazzi pretendía asesinar a Lorenzo de Médici y a su hermano Giuliano en la catedral de Santa María del Fiore durante la misa de Semana Santa. El magnicidio debía producirse exactamente a la señal convenida. Coordinadamente, en el momento en que el párroco procedió a elevar la hostia durante la consagración, varios de los hombres de los Pazzi, incluido un cura, sacaron sus dagas y empezaron a acuchillar a los Médicis. La crueldad de los atacantes fue tal que uno de ellos se asestó una cuchillada… ¡en su propia pierna! “A la misma hora que esto ocurría en la iglesia, el arzobispo de Pisa, en complicidad con los Pazzi, intentaba hacerse con el poder del Palazzo Vecchio, sede de la Signoria. Pero el levantamiento fracasó y los conspiradores fueron ejecutados. El mismo arzobispo terminó colgado de una de las ventanas del palacio, ataviado con su hábito religioso, mientras que el anciano Francisco de Pazzi fue arrojado por otra ventana igualmente atado a una soga. El resto de los conspiradores fueron linchados, arrastrados y mutilados por una muchedumbre enfurecida que protagonizó una violenta reacción en masa a favor de los Médicis.

Como resultado, Lorenzo de Médici continuó en el poder y su reacción fue endurecer sus políticas. Solo la terrible purga de los Pazzi costó casi un centenar de vidas.

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Mucho tiempo después, Maquiavelo, no sin cierto pesimismo, escribiría que los hombres preferimos la venganza y la seguridad frente a la libertad.

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Todo es muy raro, caracho, como diría Maquiavelo: “En la alta política hay que tomar decisiones rápidas y, una vez tomadas, hay que ser firme en su aplicación. Si eres una persona indecisa o te da miedo equivocarte, simplemente dedícate a otra cosa: ten por seguro que tus contrincantes son hombres de acción que van a obligarte a reaccionar a sus movimientos. De hecho, la neutralidad es una ilusión. Incluso cuando te mantienes inmóvil para evitar adoptar una posición frente a dos bandos en conflicto, estás en realidad decantándote por la peor de las posibles alternativas: el vencedor no te va a apoyar, y el vencido te lo recriminará y te guardará rencor”.


Gil s’en va

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Gil Gamés
  • Gil Gamés
  • gil.games@milenio.com
  • Entre su obra destacan Me perderé contigo, Esta vez para siempre, Llamadas nocturnas, Paraísos duros de roer, Nos acompañan los muertos, El corazón es un gitano y El cerebro de mi hermano. Escribe bajo el pseudónomo de Gil Gamés de lunes a viernes su columna "Uno hasta el fondo" y todos los viernes su columna "Prácticas indecibles"
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