Y de pronto aquellas construcciones enormes, hoy se ven tan simples. Cuando eras niño todo lo mirabas gigante. Las distancias tan largas. El tiempo en la playa era eterno. Las olas y la arena, eran todo lo que necesitabas para ser totalmente feliz. ¿Cómo le hacíamos en aquel tiempo para que los detalles más simples se convirtieran en un universo? Las bolas de pelusa en los árboles de ceiba que “nos correteaban” rodando sobre el piso…
Lográbamos tener la mente en un solo sitio y en un sólo momento: el aquí y ahora. Algo nos pasó que ya no podemos. Solíamos esperar el viento del norte. Todo un suceso aquellos aires tempranos de septiembre. Las primeras tormentas eléctricas nos sorprendían y aterraban. Todo era mágico. Insólito. Las ranas de las charcas, y su extraño lenguaje en coro en las noches de lluvia, eran algo tan peculiar hasta que supimos que eran eso: ranas. Todas esas cosas aquí siguen. Lo duro es mirar cómo se marcha la capacidad que teníamos de mirarlas en aquella forma. La manera en como la vida nos la fuimos haciendo complicada. Lo duro es todo lo que sí cambia. Lo que ya no está. Lo que se fue consumiendo.
De pronto te preguntas qué les pasó a nuestros viejos. ¿Cómo es que “se nos hicieron viejos”? ¿En qué momento sus pasos pausados, el cuándo apareció ese temblor de manos y la pequeñez en sus ojos? Duele la tía postrada en cama, la impotencia de saber que sufre. Pareciera que a esos vecinos los saludaste ayer… ¿dónde estábamos que aparecieron tantas canas, y el cansancio en su rostro? Hoy los miras barriendo la baqueta y raspando sus viejos portones, intentando revivirlos… y todo en ellos es más lento. La vida se les va tan despacio, pero tú sientes que va volando, y te peleas con ella porque está llevándose todo lo que amas. Te va quitando todo. El tiempo es una nube de tormenta que arrasa hasta con tus certezas. Con la mano tibia que te acompaña, con sus cabellos que mirabas al despertar y jurabas que jamás se irían. Con cada cosa tonta que tantos días compartieron riéndose, y dando por hecho que la eternidad estaba de su lado. ¡Oh infame vida! ¿Dónde estábamos metidos mientras se nos despedazaba como hojas secas?