Una de las condiciones para el bienestar de las naciones es la justicia social, a través de la cual los individuos tengan oportunidades de progresar. Este tipo de justicia es fundamental para alcanzar la paz social; es una fórmula para combatir la pobreza y la violencia política. Su existencia es determinante para evitar la concentración de la riqueza, la desigualdad y la exclusión, fenómenos que se han incrementado durante las últimas décadas.
Por su importancia en el contexto actual, desde 2009 la Organización de las Naciones Unidas celebra cada 20 de febrero el Día Mundial de la Justicia Social. Con esta conmemoración se promueve una globalización más justa, en la cual haya un reparto más equitativo de los recursos. Esto se busca sobre todo en los países con un gran déficit de justicia social, el cual limita el ejercicio pleno de los derechos y las libertades de la población. Tal hecho es trascendental, porque en una sociedad donde el acceso a las oportunidades está restringido es muy difícil que sus integrantes se desarrollen de forma óptima.
En México, las condiciones de vida de la mayoría de sus habitantes no han mejorado en los últimos años. Persiste la desigualdad y la falta de oportunidades. Basta con ver las cifras del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social: en 2014, 55.3 por ciento de la población vivía en condiciones de pobreza; 43.9 en pobreza moderada y 11.4 en pobreza extrema. Estos datos son muestras de que en nuestro país ha crecido la pobreza, la desigualdad y la exclusión social.
La situación descrita ha tenido como consecuencia un grave estancamiento social. Dos datos del Centro de Estudios Espinosa Yglesias ilustran el grave panorama: 70 por ciento de los mexicanos pobres no conocerán la movilidad social ascendente, es decir, no progresarán; además, 50 por ciento de las mujeres pobres, cuyos padres no estudiaron, tampoco asistirán a la escuela. En este contexto, es natural que se incremente aceleradamente el porcentaje de jóvenes sin expectativas positivas sobre su futuro.
La realidad de millones de personas obliga a pensar en otras alternativas, para concretar el anhelo de una sociedad más justa, con más oportunidades. Por eso es urgente que los responsables de procurar la justicia social la impartan de inmediato. Esta obligación no debe ser solo un ingrediente de sus discursos, sino también parte integral de la vida cotidiana en México.