Ayer domingo se realizó la consulta popular impulsada por el gobierno de López Obrador. Sin duda, de este ejercicio se sacarán no pocas conclusiones y lecturas. Los radicales de uno y otro bando hablarán de triunfo o de fracaso.
Una baja participación será interpretada como un desprecio de la mayoría a la apuesta del gobierno, una alta participación será leída como un triunfo presidencial. El número de participantes no es un dato menor. Efectivamente, mide el grado de interés de la población respecto al tema.
En un escenario de baja participación, los obradoristas no podrán culpar a nadie más que a sí mismos. La consulta tiene al menos tres años en la agenda pública, el problema ha sido su manejo. Desde su campaña y posteriormente como presidente electo y luego en funciones, López Obrador se ha referido al ejercicio. Su problema ha sido caer una y otra vez en contradicción. Ha dicho que él “no va a perseguir a nadie” pero “que si el pueblo quiere” se realizará la consulta. El remate de los mensajes cruzados, fue su afirmación de que él no participaría.
La pregunta original que el presidente planteó era violatoria de los derechos humanos. La redacción final, propuesta por la Suprema Corte de Justicia de la Nación, terminó por ser una frondosa compilación de eufemismos para darle salida al capricho presidencial.
Desde ahí se tenía un gran problema. Mientras desde el poder se hablaba de juicio a expresidentes, en la realidad, la boleta decía otra cosa. Entonces, el discurso se hibridó, había que voltear a ver a las víctimas, esto, aún y cuando el Estado cuenta con una subsecretaría encargada del tema, (cuya cabeza es Alejandro Encinas) y desde luego, cuenta con la Comisión Nacional de Derechos Humanos. El mensaje a las víctimas es tremendo, dependen de una consulta para saber si algún día se buscará la verdad.
Llama la atención lo idiota de la propaganda oficial para promover la consulta. El uso de los nombres de los últimos cuatro expresidentes a los que se les asignaban un tema que justificaba la consulta. ¡El tema, de suyo, si hay pruebas, amerita una investigación de oficio!
Las lecciones que deja este ejercicio son varias. El INE estuvo a la altura del reto, instaló prácticamente el 100 por ciento de casillas y garantizó la realización de la jornada. Ningún poder debe imponerle a otro sus caprichos. Las consultas deben ser bien pensadas, y no el producto de una estrategia para desgastar adversarios, polarizar a la sociedad y distraer de los temas de fondo del país. Las preguntas deben ser concretas. El gobierno debe impartir justicia y ejercer la ley, (durante el gobierno de Peña Nieto, seis gobernadores terminaron en la cárcel). El Estado debe ocuparse ya de las víctimas, comenzando con los 90 mil homicidios acumulados en los últimos tres años, o, ya de perdida, de las 27 víctimas de la Línea 12 del Metro, producto de la corrupción y negligencia.
La democracia participativa sobrevivirá a esta simulación. Los mexicanos tendremos que seguir oponiéndonos y rechazando el uso perverso de las instituciones y la estrategia de polarización del gobierno federal.
Frank Lozano
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