En México era inevitable una nueva alternancia, en cambio, podía evitarse que muchas de las políticas e instituciones fueran arrasadas. La visión que tienen del cambio quienes ahora gobiernan, dista mucho de ser un ejercicio de revisión racional de lo que funciona y de lo que no funciona, para terminar por parecerse a una revancha.
Para llevar a cabo dicha revancha, los revanchistas recurren a un credo detrás del cual habitan los monstruos del pasado: los conservadores, los corruptos, los neoliberales, los opositores, la prensa vendida, la mafia cultural o científica, la minoría rapaz.
Cada día el presidente es el encargado de transmitir al pueblo el bestiario en turno: a quien acusa o a quien canoniza, a quien culpa o a quien purifica. Su voz da el banderazo de salida para el linchamiento digital.
El credo es eje de gobierno y estrategia política al mismo tiempo. La palabra del presidente sustituye a la Ley de Planeación y al programa de gobierno. Conceptos como viabilidad financiera, legalidad, impacto ambiental, consultas serias, no tienen cabida en esta era de las decisiones cantadas.
AMLO hace las cosas porque quiere y porque puede, no porque alguien las quiera o necesite.
La sola afirmación de López respecto al estatus que guarda su gobierno, destierra la necesidad de una evaluación basada en indicadores de desempeño. Vamos requetebién, el pueblo está feliz, feliz, son, quizá, las dos frases que ilustran la banalidad de este gobierno. No importa lo que digan los especialistas y los expertos, no tienen calidad moral para juzgarlo. No importa tampoco la realidad, él tiene otros datos. No importa la opinión de medios extranjeros, deben disculparse. En síntesis no asume responsabilidad alguna, para eso sirven los fantasmas del pasado que le dan vida al credo y al mismo tiempo, a su estrategia de división social y política.
El que acusa a la oposición de estar moralmente derrotada, todos los días recurre a ella para justificarse.
La conferencia matutina es su reunión de gabinete y un mitin político, en ella, habla 90 minutos en promedio y miente entre seis y doce veces. Dicho evento es un festín de la posverdad en el que cohabitan la lisonja informativa con la simulación oficialista. Los analistas celebran y ensalzan el estilo de comunicar del presidente “mira qué forma tan sencilla tiene de comunicarse con la gente, es lo que no entiende la oposición, le habla a la gente en su lenguaje y por eso es exitoso”.
En dicho enaltecimiento, los analistas alejan la posibilidad de tener un debate de ideas. Parece que ahora debemos celebrar el dicho, el apodo y la chorcha como la panacea política: no, hoy más nunca debemos romper el cerco de la manipulación mediática que impulsa López.
Hoy debemos insistir en que la mal llamada cuarta transformación es una simulación. Artistas, científicos, madres jefas de familia, mujeres violentadas, activistas que exigían el regreso del ejército a los cuarteles, pueblos originarios, niños con cáncer, los que exigen acciones para revertir el cambio climático, entre otros, fueron traicionados por un mitómano que lo único que tiene en mente es su megalomanía histórica.