El fenómeno de la migración no es nuevo. Los registros sobre la composición genética del ser humano demuestran que somos el resultado de un desplazamiento constante por el planeta.
La civilización dio pie a distintas modalidades de migración y con el paso de los siglos, nos volvimos ilegales dentro de nuestro planeta. Guerras, hambrunas, persecuciones raciales o religiosas, invasiones para explotar recursos, inseguridad y violencia, provocan que millones de personas huyan de su lugar de origen.
La caravana de migrantes hondureños que actualmente cruza México para dirigirse a Estados Unidos, (misma que se realiza desde algunos años atrás), ha puesto a nuestro país en una encrucijada y ha vuelto a poner de manifiesto que los destinos de la humanidad reposan en el absurdo: una frontera es la definición del absurdo.
Para entender la encrucijada que vive el país, debemos tomar en cuenta su origen: Trump en eterna campaña. El político americano y su insaciable misión de destruir el orden mundial y de mantener su base de apoyo político, ha ido dinamitando alianzas y redefiniendo las relaciones de su país con el resto del mundo.
En el caso de la migración hacia su país, mantiene un doble frente, lo que sucede dentro de sus fronteras y lo que quiere que suceda fuera de ellas. Para lo segundo ha echado mano de México.
Nuestras autoridades, maniatadas ante el temor de que el monstruo naranja tome represalias, optaron por servir como dique de contención de la migración ilegal a Estados Unidos. En la decisión, incurrimos en la hipocresía. Siendo un país que expulsa migrantes y genera internamente miles de desplazados por la violencia, cerramos los ojos y nos disponemos a hacer nuestra parte: disuadir a los migrantes usando la fuerza pública.
A la debilidad del Estado Mexicano, se suma una vergonzosa contradicción. La postura de muchos mexicanos frente a la caravana migrante es, por decir lo menos, monstruosa. Racismo mezclado con clasismo. Duele leer a connacionales expresándose de los hondureños, como lo haría un redneck hacia los latinos. Indigna escuchar la forma en que muchos reproducen las peores expresiones trumpianas, refiriéndose a nuestros hermanos hondureños como criminales y violadores.
Los mexicanos no somos mejores, ni peores que los hondureños, somos víctimas de un sistema excluyente, frío, en el que el ser humano queda ha sido reducido a una estadística.
Lo peor de esta tragedia es que no seamos capaces de sentir compasión y empatía. La peor tragedia no es la existencia de Trump, o de una clase política dócil e incompetente, lo peor es que no tenemos arrestos para romper estas inercias. Ayudemos.
franklozanodelreal@gmail.com
Caravana migrante
- Columna de Frank Lozano
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Frank Lozano
Jalisco /