1. Soñé que Aristóteles y Tomás de Aquino platicaban muy felices en el cielo; curiosamente allí no se encontraba Platón. El italiano le agradecía al griego sus ideas de substancia y accidentes. La primera, hoy lo sabemos, es lo que está dentro de una cosa; los segundos se refieren a la forma exterior de esa cosa. Tal distinción le sirvió a Tomás para explicar el milagro eucarístico,…
2. … que consiste en la modificación operada por las palabras del sacerdote y la fe de los fieles, cuando el pan y el vino que vemos –los accidentes– en las misas cambian su sustancia, pues dejan de serlo para convertirse en el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo. Este fenómeno se llama transubstanciación. Es decir, muta la sustancia, pues ya no hay pan y vino, sino el mismo Jesucristo,…
3. … pero permanecen los accidentes: seguimos viendo pan y vino. En mi sueño aparecía también un asilo de ancianitas. Unas religiosas las atendían con mucho cariño: les daban de comer, las aseaban, les contaban cuentos y les cantaban cantos, ¡hasta medio-bailaban con las viejitas! Por las tardes, todas se reunían en la sala de televisión, para seguir la misa que ofrecía la diócesis en esta contingencia.
4. La monjita más joven, a la que le decían Sor Ciber, había estudiado ciencias computacionales antes de entrar a la orden, por lo que no batallaba para localizar en Facebook o en YouTube la transmisión. Muy quietecitas y devotas, las damas y sus cuidadoras seguían con atención las lecturas, la homilía del padre, algunas intentaban hincarse en la consagración y juntaban sus manos en el Padre Nuestro.
5. Pero, con expresiones de tristeza, rezaban la comunión espiritual, pues no podían recibir la hostia consagrada. De pronto aparece el papa Francisco en mi sueño y le pide a la hermana responsable de la casa que traiga una pieza de pan, de las que consumen en la merienda, y un poco de vino tinto –del que le daban al capellán en la cena cuando iba a celebrarles la Eucaristía antes de la pandemia–.
6. Francisco le indicó que al estar viendo la telemisa, colocara el pan y el vino sobre una mesita, y que en el momento de la consagración sintieran que allí estaba ya el Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor, y que diera de comulgar a cada una de las abuelitas. El Papa se despidió besándolas en la frente, feliz de haber operado la teletransubstanciación. Desperté de mi sueño, porque… ¿eso fue un sueño?
7. Cierre ciclónico. “¿Sabes? –me dijo un amigo– Acabo de reencontrarme con una persona que no miraba desde hace años, aunque la veía todos los días. No sabía que tenía tantas luces, pero también algunas sombras. En esta cuarentena hemos compartido muchas cosas que ya antes nos eran comunes, pero nunca fui consciente de ello“. “¿Quién es?” –le pregunté–. “Yo mismo”, asintió.
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