1. Uno de los mejores textos que escribió el finado José María Mardones fue Matar a nuestros dioses. En él va reseñando las imágenes falsas, inclusive idólatras, que nos hemos construido de dios –con minúscula–: intervencionista, impositivo, individualista, violento, etcétera. Aunque no utiliza las siguientes palabras, de su lectura surgen otras dos imágenes: el dios castigador y el que nos pone a prueba.
2. El primero es, quizá, el que disfruta de más popularidad entre los creyentes. Desde niños, cuando traviesos desobedecemos a la mamá que nos pide estar quietos, y al caer en tierra fruto de un tropezón, la progenitora nos grita, casi satisfecha: ¡ya ves, Dios te castigó por no hacerme caso! Ya mayores, después de una borrachera, y al sufrir la cruda, pensamos que la divinidad nos escarmienta por el exceso.
3. La imagen del dios que nos prueba está menos extendida y es propia de creyentes con cierta formación religiosa. Una enfermedad terminal, una tragedia, un duelo no son ya correctivos de dios, sino test que él nos pone para ver cómo reaccionamos. Estaríamos ante una manifestación casi pedagógica de dios, entretenido en incentivarnos para que saquemos lo mejor de nosotros mismos.
4. Estas dos ideas –erróneas, al menos en el caso del misericordioso Dios cristiano, padre de su hijo Jesús– son el caldo de cultivo para una comprensión, también falsa, de la actual pandemia. No falta quién piensa que el coronavirus es una punición por nuestros pecados o que, en el mejor de los casos, es un examen divino para ver cómo reaccionamos. O ajusticiados o analizados, no hay de otra.
5. Pues no. Dios ni nos sanciona por nuestros pecados, ni nos tantea para corroborar nuestras capacidades. Él está más allá de los deseos vengativos que le hemos atribuido, en este intento antropomórfico de asignarle características humanas –y no siempre las mejores– y tampoco utiliza la pedagogía premio-castigo para ayudarnos en nuestro desarrollo espiritual, para purificarnos como el oro en el crisol.
6. El Dios de Jesús, en cambio, llora con nosotros ante la tragedia. Quisiera que los científicos de la medicina aceleraran el descubrimiento de medicamentos y vacunas que contengan la epidemia, y que nosotros nos cuidemos todavía más. Pero lo que más anhela, creo, es ver a su humanidad capaz de superar esta crisis, pero no para volver al mundo del pasado, sino para construir uno nuevo.
7. Cierre ciclónico. En el futuro posterior al coronavirus esa bruja llamada economía tendrá que definir si quiere mantener tal estatuto o convertirse en hada madrina. O se sigue organizando para que unos pocos acumulen riqueza a costa del trabajo y sufrimiento de muchos, o se plantea regresar a su verdadero objetivo: garantizar que todos, todos, podamos tener satisfechas nuestras necesidades materiales.
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