Guadalajara es ciudad de lluvia veraniega, después de vivir un verano caliente, suelen caer tormentones en casi toda la ciudad, y con ello, desde hace unos años, se padecen inundaciones que son un martirio para movilizarse, sea cual sea el medio de transporte. Esto después de las 6 de la tarde, porque escuché que cae toda el agua del año en 4 meses y a esa hora; nos ahogan los cielos. Pero ¿será que las autoridades no lo ven? O se transportan por otro medio que va por encima de caminos inundados.
Nadie de los involucrados se anima a arreglarlo, una excusa radiante es que en todas partes del mundo ocurre (Chicago, Río de Janeiro, CDMX, Londres); ciudades de primer mundo. ¿Si a ellos les pasa por qué no a nosotros? También el calentamiento global puede estarlo provocando, culpemos antes de emitir soluciones. Pero empeoremos las cosas, vayamos por el total encarpetamiento de la ciudad y reduzcamos las áreas verdes.
La ciudad con toda su carpeta asfáltica está al límite, el vaso se llena con cualquier chubasco y no solo por eso, lo peor es porque está costando vidas – 6 este verano -; seguimos escuchando tragedias que cada vez huelen a omisiones públicas y no a valentonadas personas que dicen que sí cruzan. Cae agua a montones, los 1000 mililitros que se desperdician no solo se están yendo, sino que están siendo trampas mortales. Estamos convirtiendo la ciudad en un embudo, donde por característica esencial, el agua escurre hacia una sola salida y se genera un torbellino que quien cae le espera la fatalidad.
Las medidas para la solución parecen contrarias a lo que se espera. Vemos que crece, y que ya son noticias de portada en los diarios locales, la cifra de lugares mortales. Dígase que estamos informados en qué partes de la ciudad podemos morir y no es que las autoridades nos avisen, sino que especialistas nos han echado la mano. Se contaron 9 túneles de la muerte. A decir de esto, como ciudadano informado, porque no todo ciudadano sabe de estos túneles de la muerte. Se sabe que las autoridades han decidido ser reactivas y buscar, antes que soluciones a largo plazo, informar con una política de sonidos a los despistados que se aproxima a un túnel de la muerte; vaya manera, eso por lo menos podría evitar más fatalidades, pero no inundaciones.
Una dolencia de gobiernos contemporáneos, no saber escuchar ni colaborar. Hace meses suenan soluciones entre especialistas. Una como la de Josué Daniel Sánchez, quien expuso en un texto muy claro el efecto de violar un artículo fundamental de la Ley del Agua para el Estado de Jalisco y sus Municipios y su impacto en las calles a partir de las decenas de obras. Por otro lado, he escuchado a Arturo Gleason proponer la medición de las cuencas, pero no queda ahí, sino que sugiere hacer corredores verdes que recorran kilómetros de la ciudad y por qué no, crear las condiciones para que el río San Juan de Dios corra como avenida.
No hay pretextos, tenemos oportunidad de revertirlo, ciudades enteras lo han hecho, aunque cueste primero echar atrás un montón de inercias y luego por supuesto pensar en el presupuesto público, que nunca sobra, pero que debe usarse con urgencia para evitar inundaciones que se lleven vidas humanas