Con la llegada del 12 de diciembre empieza la cuenta regresiva hacia la Navidad.
El 21 experimentaremos el solsticio de invierno en el hemisferio norte y los días empezarán a ser más largos, iniciando el camino hacia el solsticio de verano.
Estamos en la última recta en la reducción de luz solar que recibimos. La mitad del trayecto correspondió a las celebraciones de Halloween y del Día de Muertos.
No es una coincidencia que abunde la comida generosa en grasas y, sobre todo, en carbohidratos en las fiestas navideñas.
La comida sirve de aliciente en la travesía hacia la más profunda oscuridad. También, estimula la actividad y la cohesión en grupo, reforzando las suturas sociales y preservando el cuerpo individual ante el frío y la posible melancolía de diciembre.
En los Estados Unidos, con días más cortos y con frentes fríos más tempraneros por su ubicación más al norte, el consumo de comida y la llegada de la temporada navideña empezó en noviembre con el Día de Acción de Gracias.
Esta celebración amaina el rigor del tiempo: el cambio del uso horario quitó una hora de la tarde para ponerla en la mañana cuando algunos están todavía dormidos.
La noche llega hacia las 4:30 de la tarde e inclusive antes en los estados que colindan con Canadá.
En general, las luces de colores de la Navidad compensan en el ojo la luz que no tenemos en el exterior, cumpliendo la función de los tragos calientes y alegres, los dulces y las galletas, y los platillos que acompañan las reuniones.
Es evidente que seguimos siendo creaturas de rituales y de mitos pese a nuestra relación estrecha con la tecnología y con ideas seculares que han desprendido la dimensión sagrado-teológica de la realidad social.
Y estos rituales y mitos están enlazados con los astros, la mecánica de nuestro planeta y los fenómenos atmosféricos que producen en nuestra realidad inmediata.
Es verdad que nuestro modo de desarrollo hace de la temporada un escenario de consumo intenso y hasta desmedido, por lo que es necesario cuidarse y ser mesurado para no descubrirse pronto lleno de deudas y con unos cuantos (quizá demasiados) kilos de más. Pero sería necesario vivir la temporada de acuerdo con la necesidad, para luego empezar la cuenta regresiva hacia el Año Nuevo y subir la cuesta de 2024.
De manera que, estimado lector, extiendo mi deseo más positivo para que viva sin enfermedad ni escasez estas fiestas.
Y si no es posible, lo exhorto a animarse pues el tiempo de los astros es abundante y, como dice Leonardo Da Vinci en sus diarios, el espíritu que habita el mundo es de constante crecimiento y todo lo renueva.
fernandofsanchez@gmail.com