Cultura

El editor y el colaborador: El profesor se da cuenta

  • 30-30
  • El editor y el colaborador: El profesor se da cuenta
  • Fernando Fabio Sánchez

Narra el Profesor James Murray, editor en jefe del Diccionario Oxford de la Lengua Inglesa:

Es peculiar, quizá revelador, de que dos estadounidenses sean los colaboradores más prolíficos del diccionario.

El primero es el Dr. Minor.

El segundo es el Dr. Fitzedward Hall, de Troya, Nueva York. Ha contribuido con citas de innumerables palabras, sentidos y expresiones idiomáticas.

El Dr. Fitzedward tiene una historia muy extraña. Iba a estudiar en la Universidad de Harvard en 1848 cuando su familia le pidió que viajara a Calcuta, en la India, para buscar allí a un hermano perdido.

Pero su barco se hundió en la bahía de Bengala. Luego de luchar por su supervivencia, descubrió el sánscrito.

Se interesó tanto en este idioma que con el tiempo se convirtió en un experto y le ofrecieron una plaza en el Government College en Varanasi.

Fue soldado del Imperio Británico.

Cuando dejó la india en 1860, ya en Londres, fue profesor de sánscrito en King’s College y bibliotecario en la Indian Office.

Dicen que tuvo una disputa con un colega del sánscrito, de Austria, y que el doctor Fitzedward decidió salir de Londres y establecerse en una pequeña villa en el área de Suffolk. Desde allí colabora con el diccionario.

Suenan rumores de que se embriaga todos los días, que es un inmoral irredento, un espía, un impostor de la academia.

No obstante, el doctor Fitzedward me ha escrito casi todos los días desde que empezamos el diccionario.

Nos ha acompañado a lo largo de los episodios más brillantes y oscuros. Nos ha dado consejo, fuerza y complicidad. Los frutos de su trabajo se encuentran en cada volumen.

Sobre el primer colaborador del diccionario, el otro estadounidense, el doctor Minor, siento decir que no sé mucho.

En el Scritptorium, hemos notado que sus colaboraciones se tornan escasas en el verano. 

Hemos asumido que el doctor pasa los meses de mucha luz alejado de los libros, disfrutando de los días largos en la naturaleza.

En cambio, cuando llega el otoño y los días se hacen cortos, su correspondencia es profusa. 

Durante estos meses, el Dr. Minor envía muchísimas tarjetas con citas. Son tantas, quizá más de las que podemos manejar aquí en el Scriptorium.

El otro día, sin embargo, escuché un comentario que me dejó perplejo.

Mr. Justin Winsor, bibliotecario de Harvard College, se encontraba sentado aquí en el Scriptorium y me dijo: 

“Nos has hecho honor a los estadounidenses cuando hablas con tanta vehemencia del pobre doctor Minor en tu Prefacio del diccionario. 

El suyo es un caso muy doloroso”.

Yo, después de unos segundos de reflexión, pregunté: “¿En qué sentido es doloroso?”.

Él me miró, extrañado.

“En todos los años de nuestra correspondencia he estado bajo la impresión de que el doctor Minor es un médico retirado a quien le sobra el tiempo”, añadí.

Y luego dije: “Es verdad que sus cartas vienen de un asilo para dementes criminales, pero he asumido que el doctor Minor es el médico general de la institución.

Aunque, ahora sospecho, que no es así. ¿Me podría decir, entonces, estimado Mr. Winsor, en qué sentido el doctor Minor es un caso doloroso?”, concluí.

Repuesto a su sorpresa, sin perder más tiempo, me contó la historia.*

*Recreación basada en The Professor and The Madman (1988) de Simon Winchester.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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