Las primeras planas de la semana pasada eran casi intransitables: un pantano de frivolidad, ligereza, irresponsabilidad y mala fe. Los titulares: Pasan sobornos de las ligas a las maletas / Filtran video de soborno / Estrenan videoescándalos / “Eran como la pus” / El contrapeso era de pesos / Los videos son puro cuento / Embarra Lozoya a Salinas, Calderón, Peña y varios más / El Ferrari de Peña. La clase política toda, de arriba abajo, se empleó a fondo en una competencia de injurias, acusaciones, insinuaciones calumniosas, también chistes malos y comentarios sarcásticos. En la prensa, muchos se apresuraron a decir que nada de lo que se publicó podría sostenerse en los tribunales, ni tendría validez ni serviría para probar nada; es verdad, pero no se trataba de eso, nadie pretendía sustentar un proceso penal ni exigir ninguna responsabilidad concreta.
Esa misma semana, mientras estaba toda la prensa pendiente del espectáculo, y los políticos subiendo el volumen, murieron cuatro mil mexicanos contagiados por el covid-19, según la cuenta oficial. Cada día alrededor de 500 cadáveres, mientras unos se despepitaban burlándose de los de enfrente, que se burlaban de ellos: ¡y tú más! Esa misma semana, mientras buscaban todos alguna frase ingeniosa para disculpar a los suyos, para injuriar a los otros, 600 mexicanos fueron asesinados; la noticia no llegó a la primera plana porque ya no es noticia, y según nuestra costumbre hicimos la cuenta de los muertos a ojo de buen cubero, nadie se preocupó por ponerles nombre y apellidos: es el narco, el crimen organizado, la nueva estrategia, la disminución sensible (esa misma semana en Colombia el presidente Duque se vio obligado a dar explicaciones porque hubo 17 asesinatos).
A todo eso hay que sumar la peor crisis económica global de que se tenga memoria, cuyas consecuencias son todavía literalmente incalculables, pero que deja ya millones de desempleados, un tejido productivo destrozado, con la sola esperanza de que los gringos nos empujen. Y un desastre educativo que significará un retroceso de décadas en el desarrollo del país. Ninguno de nuestros políticos, de los de primera línea, encontró dos minutos para pensar en nada de eso, y decir algo.
El espectáculo es lamentable, pero muy revelador. De verdad, los políticos están convencidos de que lo único que importa es lo que les sucede a ellos, y si van a ganar la elección, si suben o bajan en las encuestas. Y el país es para ellos como un inmenso patio de recreo de una primaria: Yo me pido Juárez / Yo me pido Leona Vicario / Yo era Morelos y ustedes los anti-independentistas. Se imaginan que “pasar a la historia” consiste en eso, en repetir muchas veces que la patria es primero. Pero todo esto pasará. Con el tiempo, el festival de acusaciones no será ni siquiera una nota a pie de página en la historia de la catástrofe que vivimos. Esta clase política, toda, se notará solo por su monstruosa irresponsabilidad.
Quedan pocos espacios para pensar con serenidad, en serio, tomar distancia del espectáculo y discutir lo que hace falta; el más importante sin duda es la revista Nexos. Será por eso.