Cultura

‘Por la gracia de Dios’: secuelas del abuso sexual

La crisis de la iglesia Católica –y de otras organizaciones eclesiales- provocada por la pederastia de una minoría de sacerdotes con su esa sí consecuente y sistémica impunidad, entre otras causas que han motivado el alejamiento de las nuevas generaciones y la decepción de muchos feligreses, parece no terminar a pesar de los intentos todavía insuficiente del actual papado por erradicar esta práctica criminal (abolición del secreto pontificio, cierto avance en la intervención de la justicia civil), que a quienes la perpetran desde el poder que da la sotana, “más les valdría atarse una piedra de molino al cuello y lanzarse al mar” (Mateo, 18, 6). El problema de fondo es el sistema cómplice que solo esconde a los delincuentes mandándolos a “retiros espirituales”.

Filmes como Obediencia perfecta (Urquiza, 2014), referida al líder de los Legionarios; Spotlight (McCarthy, 2015), sobre el encubrimiento orquestado por el arzobispo Law en Boston; Los dos papas (Meirelles, 2019), incluyendo una acallada mención acerca de Marcial Maciel; El club (Larraín, 2015), que muestra un lugar de aislamiento para curas delincuentes; los notables documentales Mea máxima culpa, silencio en la casa de Dios (Gibney, 2012), alrededor de los abusos en Milwaukee, principalmente cometidos por Lawrence Murphy a niños sordos con las consecuentes tapaderas, y Líbranos del mal (2006), acerca del padre violador Oliver O’Grady en California; El bosque de Karadima (Lira, 2003), exhibiendo las atrocidades del prelado Fernando, y ciertas apariciones de curas abusivos como en Padre nuestro (Walsh, 2003), La mala educación (Almodóvar, 2004), Intriga (Villeneuve, 2013) y en la tercera temporada de Peaky Blinders (2016), entre otras.

Ahora François Ozon, de filmografía diversa y constante, le entra al tema y presenta sin aspavientos innecesarios la denunciante Por la gracia de Dios (Francia- Bélgica, 2018), cinta en la que retoma el caso del cura Bernard Preynat, asentado en Lyon y acusado en el 2016 por violentar sexualmente a cerca de cien niños entre 1986 y 1991; la película se realizó de manera velada –varias escenas fueron rodadas en Bélgica y Luxemburgo- y hubo intentos de los abogados por prohibir que se difundiera, dado que el juicio contra el sacerdote continuaba (ya fue enviado 5 años a la cárcel), en tanto el cardenal Philippe Barbarin fue sentenciado 6 meses a prisión por encubrir estas barbaridades y no actuar a pesar de contar con información al respecto.

El realizador galo muestra empatía y comprensión hacia los personajes y articula la historia a partir de tres hombres que en su infancia fueron abusados por el mencionado cura: de orígenes similares, aunque ahora en destinos y contextos variados según se van desarrollando durante el relato, se integran para elevar las denuncias y formar la asociación Palabra liberada en el 2015, a la que se unieron las voces de 85 personas que compartieron sus traumatizantes vivencias con Preynat, nunca asumiendo del todo sus actos. A la sobriedad y complejidad del tema le corresponde un tratamiento sobrio en el filme, insertando con oportunidad los flashbacks y abriendo la escena para la comprensión de los sucesos y las secuelas que dejan en la etapa de la adultez.

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Fernando Cuevas
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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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