Hace unas semanas impactó en México, incluso en el mundo, el anuncio del suicidio y el cumplimiento del mismo, del músico y escritor Armando Vega Gil.
Sus causas fueron especificadas y contextualizadas en un largo y tortuoso tuit, una declaración de motivos de su crisis personal que lo llevó a tomar la decisión, dura, directa, cruda, sin remordimiento.
El debate de las causas no es tema mío, pero sí la reflexión de que, así como el ex botello, ¿cuántos entran en una crisis silenciosa y determinante que les pone como posibilidad máxima de solución a un conflicto, la muerte?
Un amigo, hace años, me platicaba su crisis personal, me relató la profundidad de la depresión que lo llevaban a pensar en la alternativa extrema.
“Hay un momento en que la desesperación te hace pensar en eso, en morir” me contó.
Al final afortunadamente encontró otra solución que no fuera flagelarse, pero insisto, ¿cuántos no tienen la oportunidad de encontrar esa otra alternativa?
Según el INEGI, en México ocurrieron en 2016 un total de 6 mil 291 suicidios, una tasa de 5.1 suicidios por cada 100 mil 000 habitantes. Los números muestran que aunque la edad predominante de los suicidios es de los 20 a los 30 años y muchísimo más hombres que mujeres, la idea del suicidio no tiene edad ni sexo.
En Tamaulipas fue increíblemente llamativo que un colectivo de chavos colocara mensajes positivos en los barandales del Puente Tampico, que ha servido de escenario trágico, de trampolín de drásticos finales de historias tristes, desde que se inauguró hace casi 31 años el colosal cruce interestatal.
Recientemente la Dirección de Atención a la Juventud en esta ciudad colocó en varios parques una señalética con mensajes positivos que invitan a reflexionar el día a día sobre la necesidad de sensibilizarnos, de salir de la superficialidad y llegar a lo básico del ser humano, el amor, el respeto y el equilibrio.
Aunque los factores de suicidio son relativos a la personalidad, su sociedad o la economía, por citar algo, con campañas como estas, apostadas en la humanización y sensibilización de una sociedad fóbica, separatista y superficial, son la búsqueda eterna del respeto y el equilibrio, que es lo que más se ha perdido en la madurez de las sociedades.