
La Tercera Ley de Newton no sólo aplica a la física. La política es también un juego de acción y reacción. El feminismo y las conquistas sociales de las mujeres han tenido como consecuencia una reacción de aquellos o aquellas que quieren que nada cambie. No sólo es una reacción de los hombres y el heteropatriarcado como hay quien clama a los cuatro vientos. En Italia, muchas de las conquistas políticas de las mujeres están siendo amenazadas por una primera ministra que es mujer, Giorgia Meloni. No es un asunto de género, sino de poder e intereses. No es un asunto de sexos, sino de agendas ideológicas que alimentan guerras culturales.
Partamos de un hecho: socialmente es importante que haya más mujeres en el poder. Voy a dejar de lado los argumentos morales sobre mérito y justicia que tocaré tangencialmente más adelante.
Es importante que haya más mujeres con roles políticos decisivos porque las mujeres entienden el poder distinto. Es importante porque supone ampliar el marco de representación y disminuye los niveles de desencanto con la política. Es importante porque refresca la política y abre caminos de entendimiento. Es importante porque trastoca el sistema de cuidados, producción y reproducción social. Es como el acceso de las mujeres al mercado de trabajo: sólo algún loquito fanático cree que le hace mal a la sociedad que las mujeres tengan un rol activo en el mercado laboral. Seamos hombres o mujeres, es un bien público la igualdad política y el equilibrio de poder entre géneros. Más allá de dilemas y debates morales, no hay estudio serio que no sostenga que la igualdad política y el acceso de las mujeres al poder es un bien que perseguir como sociedad.
El país -y Jalisco también- ha dado buenos pasos en materia de representación política de las mujeres. Hay más mujeres en los parlamentos, cabildos, gabinetes, etc. No obstante, el poder de las mujeres no es mucho mayor al que tenían hace 5, 10 o 15 años. La estructura de poder no se ha trastocado o se ha trastocado poco. Las reglas de paridad han tenido como consecuencia el acceso de las mujeres a las instituciones democráticas, pero poco o nada han alternado los equilibrios de poder. Y, al final, la política es la búsqueda del poder. No es posible avanzar en igualdad política sin alterar la disparidad en los equilibrios de poder.
Jalisco ya comenzó a discutir sus criterios de paridad de género de cara al 2024. Una discusión que, lamentablemente, tiene mucho de táctica y poco de consensos de fondo. Cada partido político está pensando en cómo jala agua para su molino. Cómo les convienen las leyes, cómo se hacen un traje a la medida para acomodar los intereses de las candidaturas que se están cocinando a meses de las elecciones.
Aquí habría que echar mano del viejo Rawls. El filósofo estadounidense tiene un concepto maravilloso: el velo de la ignorancia. Para explicarlo con peras y manzanas: la mejor forma para llegar a acuerdos justos para la sociedad es negociar sin saber cuáles serán nuestras circunstancias futuras. El velo de la ignorancia es el contexto que permite la negociación de reglas justas y no de reglas a conveniencia de los negociantes. Para Rawls es muy fácil: si ignoramos nuestro futuro, siempre tenderemos a apostar por reglas justas que nos den un piso parejo a todos. La incertidumbre nos da imparcialidad. La imparcialidad abre la puerta a la justicia (“justice as fairness”).
La negociación de los criterios de paridad en el Congreso de Jalisco es lo contrario a la receta del filósofo. Los procesos internos de los partidos políticos están marcando las posiciones de los actores. Cada actor que interviene en el proceso sabe qué le conviene y qué no le conviene. Qué reglas son adecuadas para proteger sus intereses y cuáles reglas les perjudican. Esto provoca que los criterios de paridad queden atrapados entre cálculos cortoplacistas.
Jalisco necesita un pacto pensando en los próximos años. Aunque no quiero ser ingenuo, no parece ser éste el mejor momento para lograrlo. No obstante, los criterios no deberían tocarse cada proceso electoral. Trazar un acuerdo de Estado, entre las principales fuerzas políticas, e implementarlo para las siguientes tres, cuatro o cinco elecciones. El acuerdo de Estado supone colocarse por encima de los intereses mezquinos del presente y abrazar el velo de la ignorancia que nos propone Rawls. Sería un grave error para Jalisco un acuerdo entre dos o tres fuerzas políticas y excluir al resto. Las políticas electorales -las reglas para acceder al poder- y los criterios de paridad -igualdad política- deben ser acuerdos en donde todos los partidos políticos y la sociedad civil tengan participación. Sólo los acuerdos profundos, con respaldo político y social, perviven en el tiempo.
No creo en este feminismo separatista que ve a los hombres como machistas desde la cuna o violadores en potencia. Creo que el radicalismo de algunas posiciones ha generado tensiones que activan guerras culturales difíciles de superar. Los criterios de paridad deberían ser fruto del consenso social y político. Aislar a los extremos que quieren imponer su voluntad o dictar recetas para regresar a un pasado superado. El grueso de la sociedad jalisciense, lo dicen todas las encuestas, cree que es positivo que las mujeres tengan un rol político mucho más activo y que sean decisivas. No floreros, sino cargos públicos con poder de decisión. En Jalisco se ha avanzado en la ruta correcta. No demos pasos atrás pensando única y exclusivamente en los intereses que tenemos frente a nuestras narices. Levantar la mirada y ver más allá. Eso le pedimos a nuestros representantes públicos.