Política

El legado más cruel de López Obrador: abrazos y no balazos

Durante el sexenio de Andrés Manuel López Obrador fueron asesinados al día casi 100 mexicanos. Más de 199 mil en cinco años y 10 meses. Lo que supone 44 mil homicidios más que en el sexenio de Enrique Peña Nieto y 79 mil más que en los tiempos de Felipe Calderón. De la misma forma, el tabasqueño concluyó su sexenio con un registro total de 125 mil desaparecidos, 50 mil mexicanos desaparecieron entre 2018 y 2024. Esto quiere decir que la cifra de homicidios dolosos que reporta el Sistema Nacional de Seguridad Pública puede ser incluso una subestimación. 

La prometida pacificación devino en la perpetuación de la guerra. Un país ingobernable y la impunidad institucionalizada en la práctica y en el discurso. La muestra más cruel de esta institucionalización de la impunidad fue el “abrazos no balazos”. Esta frase corta e ingeniosa daño profundamente al país. 

El crimen organizado recibió el mensaje. No eran el blanco del Gobierno. No eran el objetivo de la administración. Podían avanzar, controlar más territorio, acaparar más negocio, y el Estado no se metería con ellos. Las imágenes del Ejército humillado son reflejo del predominio delictivo. Los enemigos del poder nunca fueron ellos, sino los comunicadores y periodistas críticos, los empresarios que no se alineaban al poder, la sociedad civil que no se convertía en rémora de Morena o los partidos de oposición. Los criminales pasaron de ser perseguidos a “portarse bien”, como López Obrador les agradeció en múltiples ocasiones. 

Claudia Sheinbaum ha querido revertir dicha estrategia, pero por la puerta de atrás. Sin decirlo abiertamente para no enfadar al obradorismo más duro. Sin embargo, muchas de las dinámicas delictivas se han consolidado durante más de una década. Es cierto que hay una leve mejora en ciertos indicadores, pero el control y la impunidad del crimen organizado no se ha revertido ni un ápice. El último informe de la DEA termina de confirmar el dominio territorial de los cárteles de la droga. Diría más, la agencia estadounidense desmiente al Gobierno de López Obrador que aseguró que el huachicol había prácticamente desaparecido (reducción del 97%). Al día de hoy, el robo de combustible sigue siendo la entrada de recursos más importante de los criminales en México. El combate contra el huachicol fue una gran mentira. 

No comparto el intervencionismo de Donald Trump (lo he criticado severamente), pero es innegable que detrás de las tácticas de la delincuencia organizada sí hay el deseo explícito de provocar terror. Lo que sucedió con la influencer Valeria Márquez que fue asesinada a sangre fría en plena transmisión, nos habla de lo intocables que se sienten los criminales. No temen al Estado.

México debe enfrentar y vencer a la delincuencia en plena soberanía -sin intervencionismo gringo. Sin embargo, es fundamental que desde el Gobierno se endurezca el discurso y se defienda el estado de derecho. No es cierto que la delincuencia sea un asunto solamente de pobreza. Los programas sociales son una aspirina bastante leve frente al complejísimo mundo del crimen organizado. Los cárteles son delincuentes sí utilizan estrategias de terror para lograr sus objetivos. De acuerdo con la Real Academia Española, el terrorismo tiene tres acepciones, comparto la segunda: sucesión de actos de violencia ejecutados para infundir terror. Los cárteles de la droga son terroristas, y su normalización es la peor herencia del sexenio de López Obrador. 

Algunas veces me pregunto si México saldrá de la crisis de violencia que nos tiene con agobio desde 2006. Ya serán dos décadas de estrategias fallidas, crecimiento de la delincuencia y una crueldad nunca antes vista. La violencia escala a niveles insospechados: asesinan a plena luz del día, reclutan jóvenes con engaños, desaparecen en total impunidad, cobran por controlar el territorio. En México debemos entender que no comenzaremos a salir de este túnel violento hasta que los delincuentes entiendan que detrás de la violencia siempre habrá un Estado capaz de plantearles cara para defender el interés público. La estrategia de abrazar a los criminales nos dejó un país aún más tomado por los criminales. Es bonito abrazarse a la bandera y defender la soberanía nacional; sin embargo, no hay soberanía cuando el crimen controla tanto territorio. Tanto llorar por las bravuconerías de Trump y tan poco lamentarnos por la desaparición del Estado en gran parte del territorio nacional. 


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Enrique Toussaint
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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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