Coahuila ocupa los primeros lugares a nivel nacional en cuanto a indicadores de desarrollo social.
Somos el estado con mayor número de personas no pobres y no vulnerables en este país, así como con el más alto porcentaje de población con seguridad social.
Sin duda, el éxito económico observado en la entidad ha contribuido mucho a esos resultados: la mejor acción contra la pobreza es un buen empleo, formal y bien remunerado.
El complemento con los programas sociales es indispensable para redistribuir el ingreso y buscar reducir las brechas de la desigualdad e inequidad.
Los programas alimentarios, a través de los años, han demostrado efectividad al subirnos 6 posiciones en dos años en el tablero nacional.
Sin embargo, el reto de una sociedad que avanza en lo económico, en lo político y en lo social, es hacer partícipe de ese desarrollo a toda la población, no solo a las mayorías.
El gobierno sienta las bases, genera políticas y toma acciones, pero la sociedad somos quienes debemos cambiar los paradigmas.
Según el INEGI, el 16.5% de los mexicanos cuenta con alguna discapacidad o limitación física.
Esto quiere decir que cada vez que saliéramos a comer a un restaurante, a caminar por el parque o algún evento social, de cada diez personas con las que nos topamos, dos deberían de padecer algún tipo de discapacidad o restricción.
Esto no sucede. El porcentaje de personas con discapacidad motriz, intelectual, visual o auditiva que observamos en la calle es mucho menor.
Y no es que se hayan tomado una pastilla de invisibilidad, sino que más bien que no salen de sus casas.
Cierto es que aún nos queda mucho por hacer en cuanto movilidad e infraestructura que elimine los obstáculos para lograr una inclusión plena, pero lo más importante es derribar las barreras mentales de la sociedad.
Sin inclusión no hay desarrollo social, y el primer paso para lograrla es inculcar a nuestros hijos, desde pequeños, los valores de la diversidad, el respeto y la tolerancia en el hogar.
Fomentar desde casa una cultura incluyente y solidaria.
Necesitamos hacer visibles a los invisibles y hacerlos partícipes de los frutos del desarrollo.
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