La preocupación se cierne sobre los habitantes de Monterrey y su Área Metropolitana, quienes enfrentan una alarmante realidad: la escasez permanente de agua.
Este fin de semana, tras la inauguración de la última etapa del acueducto El Cuchillo II, Juan Ignacio Barragán, director de Agua y Drenaje de Monterrey, confirmó lo que todos temíamos: la reducción de la presión del agua ya no es un problema temporal, sino una condición permanente.
Este plan ya comenzó a funcionar en los municipios que tocan el anillo de Monterrey V, en Guadalupe, Escobedo, Juárez, Apodaca, Pesquería, El Carmen y García.
Es en esos municipios donde hay más fugas y se debe a que son colonias que nacieron como irregulares o no cuentan con normas de calidad suficientes.
Esta declaración ha resonado de forma profunda entre los habitantes de la mancha urbana, quizá no con la resonancia que tendría en el verano cuando los 40 grados a la sombra afecten más la percepción de la escasez por la falta de agua. En una rueda de prensa por el lanzamiento del Sistema Multicanal de Atención a Quejas, Barragán llamó a la prudencia, advirtiendo contra el triunfalismo y el consumo excesivo de agua.
Aunque la situación ha mejorado, la realidad es que Monterrey no está en posición de celebrar aún. Según la Comisión Nacional del Agua (Conagua), de los 19 acuíferos en la Zona Metropolitana de Monterrey, ocho están en situación crítica y 12 sobreexplotados. Aunque se tiende a culpar a la industria por la escasez, la realidad es que el uso agrícola y público urbano son los principales consumidores de agua en la región.
La raíz del problema es compleja y multifacética. El Sistema Nacional de Información del Agua reporta una disponibilidad crítica de este recurso en la región. Además, al ser una cuenca transfronteriza, el manejo del agua debe alinearse con el Tratado de Aguas Internacionales entre México y Estados Unidos, lo que añade una capa adicional de complejidad a la ya delicada situación.
En Nuevo León, el sector agrícola es responsable del 83% de la extracción de agua, comparado con la Recarga Total Media Anual. A nivel nacional, la eficiencia de este sector es apenas del 30-40%, lo que significa que la mayoría del agua extraída se pierde, exacerbando la crisis hídrica.
Los ciudadanos de Monterrey y sus alrededores vivimos con la constante ansiedad de no tener suficiente agua para nuestras necesidades diarias.
La incertidumbre sobre la disponibilidad del agua afecta todos los aspectos de la vida, higiene personal, salud y seguridad alimentaria. Las familias se enfrentan al dilema de cómo gestionar su consumo de agua, mientras que las empresas deben adaptarse a un suministro limitado, lo que repercute en la economía local.
El problema del agua en Monterrey no es solo un asunto de infraestructura o política, sino un desafío de gobernanza y sustentabilidad. Se requiere un enfoque integral que incluya la participación activa de los ciudadanos en la conservación del agua y en la búsqueda de soluciones sostenibles.
La situación demanda un cambio radical en la forma en que gestionamos el agua. Las autoridades deben implementar políticas que promuevan el uso eficiente del agua en todos los sectores y fomentar prácticas de conservación entre la población. La educación y la concienciación son fundamentales para cambiar la relación de la sociedad con el líquido vital.
La crisis hídrica de Monterrey es una llamada a la acción urgente, que explota en medio de una guerra mediática por conocer a quien dirigirá los destinos de una nación cada vez más despierta. Los ciudadanos, agobiados por la falta de agua, necesitamos soluciones reales y efectivas.
La cooperación entre la industria, la sociedad civil, el sector agrícola y el Gobierno en sus tres niveles es crucial para superar este desafío.
El futuro de Nuevo León y su Área Metropolitana depende de la capacidad de todos para adaptarnos, innovar y trabajar juntos con acciones sostenibles donde el agua no sea una fuente de ansiedad, sino un recurso bien gestionado.