El PAN se fundó el 16 de septiembre de 1939. Entre sus fundadores destacan Manuel Gómez Morín, quien participó en la reorganización financiera del país y fue rector de la UNAM; Efraín González Luna, abogado y promotor de la Acción Católica de la Juventud Mexicana (ACJM); y Luis Calderón Vega, activo en debates sobre educación, democracia y libertad religiosa.
Inspirados en la doctrina social de la Iglesia, formaron parte de una generación de activistas católicos –políticos, intelectuales y empresarios– que al ver realizados los postulados revolucionarios y afectados sus intereses buscaron otra alternativa. Esta corriente de derecha, gestada desde los años 20, se concretó en 1939 con la fundación del PAN.
Destacó el empresario Luis Montes de Oca, no fue militante del PAN, pero fue cercano a Gómez Morín, con quien colaboró en la creación del Banco de México y la reorganización financiera del país. Integraba la élite intelectual católica y nacionalista, preocupada por la moral pública, la educación y la reconstrucción institucional tras la Revolución.
Gracias a Montes de Oca, quien se desempeñaba como titular de la Secretaría de Hacienda, fue posible establecer contacto con dos destacados representantes de la Escuela Austriaca de Economía para debatir con ellos en México: Ludwig von Mises y Friedrich von Hayek, reconocidos como precursores del neoliberalismo económico que hoy domina en el mundo.
Así las cosas: 86 años después de la fundación del PAN, su dirigente nacional, Jorge Romero, apareció acompañado de Xóchitl Gálvez, Santiago Creel, Margarita Zavala, Marko Cortés y Ricardo Anaya, entre otros, para relanzar su colorido eslogan: “Patria, familia y libertad”, con el que anunció el retorno a la autenticidad ideológica del partido y el fin de las alianzas con otras fuerzas políticas.
Y de inmediato, la dirigencia panista de Nuevo León respondió: “La alianza con el PRI se mantiene firme, es un proyecto en el que hemos venido trabajando desde hace tiempo”. En realidad no hay relanzamiento del PAN: ante la imposibilidad de escapar de desvíos, es apenas un escuálido salto sobre su propia sombra.