No hay duda de que la más importante reforma del Poder Judicial de la Federación (PJF), en sus 200 años de existencia, es la de diciembre de 1994. Su propósito fue instaurar un PJF fuerte, para generar confianza en el mundo globalizado.
Sin decir “agua va”, en medio de una profunda crisis económica originada por “el error de diciembre”, nada comparable con la actual, ya que en aquel entonces el peso se devaluó en más de 50% frente al dólar, Ernesto Zedillo inició su sexenio suspendiendo a 24 de los 26 ministros, que entonces integraban la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN).
El decreto por el que se creó dicha reforma aparece publicado el 30 de diciembre de 1994. Y después de que se jubiló a 24 de los 26 ministros, sin ningún tipo de réplica por parte de los juzgadores, académicos, líderes parlamentarios y partidistas, la SCJN fue cerrada del 1 al 26 de enero de 1995.
La nueva Corte inicia sus funciones el 27 de enero; ahora con 11 ministros, un Consejo de la Judicatura, con facultades disciplinarias y de actualización permanente de los funcionarios judiciales; nuevas funciones de la SCJN, entre otras, en materia de jurisdicción constitucional.
En términos generales, así fue la reforma del PJF de 1994, alineada ideológicamente, igual que la de 1987, para garantizar la libre concurrencia en el nuevo Estado neoliberal; una reforma en la que no hubo debate público previo, como ahora se ha prometido efectuar en la nueva reforma que impulsa Andrés Manuel López Obrador.
Paradójicamente, ya aprobada la reforma judicial del 94, dos días antes de que iniciara las funciones de la nueva Corte, es decir, el 25 de enero de 1995, el Senado de la República y la UNAM convocaron a un seminario, en el que se analizaron las recientes reformas del PJF.
Que lo que aconteció hace casi 30 años no acontezca de nuevo, hay que leer las 144 páginas que contiene la propuesta de reforma para, con argumentos, decir en qué estamos de acuerdo y en qué no se puede estar de acuerdo. Me refiero a los expertos; pero sin olvidar que hay formas para que el debate se haga comprensible a cualquier nivel.