Cultura

La ubicuidad del mal

A mi parecer, uno de los grandes temas que recorre la obra de David Lynch es el de una especie de ubicuidad del mal, no en el sentido de que se encuentre presente en todo momento —pues de hecho otro de sus grandes temas son los gestos bondadosos de los habitantes de Twin Peaks y los otros pequeños poblados donde se desarrollan sus películas, o incluso en el Los Ángeles de Mulholland Drive—, sino como personas, ideas, entidades, que justo a causa de su latencia aprovechan la menor oportunidad para irrumpir en escena y ocasionar los estragos para los que parecen estar hechos. En su caso, no es tanto que el mal sea banal, aunque también lo es, ni radical, aunque también lo es, sino que el espíritu llamado Bob en Twin Peaks, o el demencial personaje de Dennis Hopper en Blue Velvet, o incluso la adorable Naomi Watts en Mulholland Drive, encarnan la latencia o predisposición para convertir en cualquier momento una cierta configuración mental o emocional en acto maligno.

Lo que trasladado al terreno psicoanalítico se puede encontrar en la relación trazada por Alfred Adler entre el complejo de inferioridad no resuelto que se manifiesta como agresión, y que en términos más políticos estaba a su juicio asociado con el deseo de acumular poder y las diversas expresiones de la tiranía. En ambos casos, más que plenitud u omnipotencia, incluso dentro de su carácter más corrosivo, el mal sería más bien expresión de insuficiencia que necesita proyectarse sobre otro para alcanzar la anhelada descarga. Que por su mismo carácter jamás será suficiente, con lo cual se convierte más bien en un ciclo adictivo, expresado en Twin Peaks por la aparición del gigante que le advierte al agente Dale Cooper: “It is happening again”.

Pensaba en lo anterior a partir de la actual proliferación de discursos de odio a gran escala política, reproducidos igualmente por millones en pequeñas dosis principalmente en las redes sociales, así como del avance incuestionable de la ultraderecha en el mundo occidental. Pero sobre todo por la normalización e introducción en el lenguaje cotidiano de categorías que no están sino basadas en el odio y la demonización de un otro a quien se percibe como el causante de los propios males, que precisamente encuentran su caldo de cultivo a partir de la insuficiencia sistémica y la precariedad a nivel económico, que genera una inseguridad y descontento de base que se vuelve susceptible de ser canalizado en odio por los grandes personajes malignos del mundo contemporáneo. Mismos que parecerían encontrar en su sadismo una válvula de escape tanto personal como social para impulsos que de tanto repetirse, han terminado en la actualidad por formar parte del paisaje político a gran escala. Y acaso por lo mismo numerosos pensadores como el genial ensayista indio Pankaj Mishra han identificado a la ira como una de las principales emociones contemporáneas a nivel personal, y sobre todo político. 

Por lo que no es menor la aparición de figuras con otro tipo de discursos y prácticas, incluso si en un primer momento no parecerían tener la proyección ni relevancia de los personajes y proyectos más malignos o alentados por el odio. Pues la mera introducción de discursos o proyectos fundamentados a partir de ideas más vinculadas con lo común, la solidaridad, igualdad, etcétera, contrarresta en alguna medida la normalización de su contrario, y permite pensar en posibilidades distintas, en lugar de ceder irremediablemente a lo que Lynch identificó magistralmente como un espíritu que ronda en busca de grietas para colarse y apoderarse de la mente y el alma de quienes se encuentren inclinados para ello. 


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Eduardo Rabasa
  • Eduardo Rabasa
  • osmodiarlampio@gmail.com
  • Escritor, traductor y editor, es el director fundador de la editorial Sexto Piso, autor de la novela La suma de los ceros. Publica todos los martes su columna Intersticios.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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