Con 165 mil fallecidos hasta el momento, según López-Gatell, y muchos más según el Inegi, la pandemia es el tema dominante y deja a un lado la otra matanza en México. Diariamente se suman 100 o 120 cruces al paisaje nacional y el duelo es exclusivo de los deudos. No hay conmoción social porque en su mayoría no son políticos, empresarios, catedráticos o en general personas “relevantes”.
Los más son pobres, cumpliéndose (fatídicamente, si de asesinatos hablamos) la promesa presidencial: “primero los pobres”; como en la inundación de Tabasco, los más pobres fueron “el mal menor”, según decidió López Obrador, su autonombrado protector y rayito de esperanza.
Hay agravantes: 1) la mayoría de asesinados son jóvenes, y 2) son masacrados migrantes, mujeres y familias enteras con suma sevicia.
Que muchas de esas víctimas pertenecieran al crimen organizado solo aumenta el drama, porque es consecuencia directa de familias destruidas, del pésimo nivel educativo oficial, la violencia en las comunidades, la falta de oportunidades para un trabajo digno y la debilidad institucional. Son atrapadas, así, por los más torvos criminales.
La última pincelada macabra es la frecuente participación de policías en bandas criminales, como afloró en la reciente matanza de migrantes en Tamaulipas.
¿De qué sirve, pues, que todas las mañanas el Presidente dirija las acciones de su gobierno para enfrentar la pandemia y combatir la criminalidad?
Esa pandemia que le cayó como anillo al dedo, que “ya hemos dominado” 21 veces, pero nos coloca mundialmente en el tercer lugar de muertos; esa criminalidad que sigue desafiando con toda insolencia a las fuerzas armadas y a la sociedad.
Lo cierto es que no debemos entretenernos en especulaciones sobre el contagio de covid al Presidente, ni siquiera sobre su evidente y crítica patología mental, pues eso requiere ser debidamente atendido por un equipo médico bien calificado, poniendo a buena distancia el servilismo y lambisconería de López-Gatell, “el mejor funcionario del mundo”.
Las soluciones para los graves problemas nacionales son muchas, complejas y costosas, pero cada día sufriremos más si los ciudadanos seguimos desatendiendo las cuestiones públicas. El 6 de junio se renovarán la Cámara federal de Diputados, 15 gubernaturas, congresos locales y ayuntamientos en el país. La disyuntiva no es regresar al pasado reciente (que no debe volver), o al pasado remoto, con el que sueña locamente el gobierno.
La corrupción sigue rampante, a pesar de la grotesca simulación del tartufo tropical, y la ineptitud no tiene precedentes, pero el 6 de junio, día del Poder Ciudadano, se decidirá en este país si la mayoría se postra ante la autocracia primitiva o elige ser gobernada por instituciones fuertes y serviciales, donde nadie atropelle ni se deje atropellar.