Dejemos por un momento la política actual y hablemos no de este inicio de la Semana Santa, sino de lo acaecido el pasado 21 de marzo.
No le hablo de la entrada de la primavera, porque para los puritanos del tema, le dirán que el equinoccio de primavera ocurrió el pasado 20 de marzo a las 23:25 horas.
Ni tampoco le hablo de ese fenómeno que empezó en el TikTok y que está ganando miles de adeptos año con año, que es el de regalar flores amarillas a la persona que nos gusta coincidiendo con el fenómeno natural explicado en el párrafo anterior.
Sino más bien del natalicio de uno de los próceres de nuestra patria, don Benito Pablo Juárez García, y el mito en torno a él, este personaje ha tomado fuerza en el presente sexenio donde Andrés lo ha alabado además de considerarlo un gran estadista y un hombre de austeridad republicana, cosa muy lejana a la realidad.
La historia no oficial (léase la que aprueba el Estado), de siempre nos ha dicho que Juárez influenciado por la masonería de aquel entonces, estuvo más cercano a los grupos de poder liberales que a los conservadores e incluso que al pueblo indígena mexicano, recordemos que las raíces de este “héroe nacional” provienen de Guelatao en el estado de Oaxaca, incluso renegaba de su origen indígena puro.
Es cierto, con don Benito ocurrió por primera vez la separación de la Iglesia y del Estado, con sus famosas Leyes de Reforma que sirvieron entre otras cosas para suprimir los fueros y privilegios de los hombres de sotana, algo que en su momento fue considerado como de gran avanzada y sapiencia política.
Detrás de esta postura del ese entonces presidente del país, se escondía el interés de controlar de nuevo todo el territorio nacional que se encontraba en guerra, despojado al clero de sus propiedades, pero también llevándose entre las patas las tierras de los pueblos indígenas. Así que, si hablamos de liberalismo y de derecha, este personaje sin duda es de los más representativos, curioso perfil alabado por AMLO.