Aunque su xenofobia y su nacionalismo banal les parezcan muy redituables políticamente, lo de financiar la “dictadura cubana” o el aleccionamiento con 500 médicos prestando sus servicios en México no es sólo ridículo sino mezquino. Si bien no podemos negar las consecuencias de la crisis del sistema público de salud y las difíciles condiciones para parte del gremio nacional, tampoco podemos desconocer y cerrar la puerta a las reconocidas misiones de médicas y médicos cubanos en el mundo; no son elementos excluyentes.
El anuncio de la llegada de los y las profesionales de la isla apunta, según indicó el presidente López Obrador, a cubrir parte del déficit de personal de la salud en las zonas más apartadas y pobres del país como la montaña de Guerrero. Rápidamente, varios representantes del gremio y, por supuesto la oposición, protestaron contra la noticia argumentando que hay suficientes médicos en el país y que, inclusive, hay varios miles sin empleo. Poco o nada comentaron sobre cómo satisfacer la urgente necesidad de las comunidades que parecen invisibles, de contar con médicos generales, pediatras, cardiólogos, ginecólogos.
De acuerdo a la organización Médicos sin fronteras, países como Colombia o Brasil también sufren de la falta de personal médico en las zonas más recónditas debido a la violencia o el conflicto armado, las condiciones de extrema pobreza de las comunidades, el difícil acceso a ciertas zonas geográficos y los salarios más bajos que en las grandes ciudades.
Qué bueno que la noticia de una nueva misión médica cubana haya servido para poner nuevamente en el ojo público las exigencias de miles de profesionales o de estudiantes de la salud mexicanos que ejercen su profesión en condiciones precarias como sueldos bajos, —siendo México el segundo país de la OCDE con salarios más bajos para su personal de la salud—, jornadas extenuantes y falta de herramientas de trabajo, o incluso el desarrollo de su profesión bajo el riesgo de perder la vida y de lo que las cifras y los datos nos dicen poco.
Sin embargo, hablaríamos de soluciones de muy largo aliento en un sistema de salud en crisis desde hace varias décadas, y en las que ya están trabajando organismos como el IMSS bajo el marco de la salud como un derecho público y gratuito, aunque sea a un ritmo más lento del esperado.
Si un paciente sufre un accidente y se está desangrando tiene que acudir a emergencias, mientras que en el trayecto le puede ser colocado un torniquete, únicamente como medida temporal. No se trata entonces de blancos y negros, sino de atender, como se pueda en tiempo y recursos, las necesidades más apremiantes. Reclamemos mejores condiciones para el gremio mexicano de la salud, pero no condenemos más a las comunidades ya condenadas al olvido estatal a seguir padeciendo la falta de especialistas.
Dirán entonces que queremos enviar a las y los médicos cubanos a las mismas condiciones precarias de las que sus pares mexicanos quieren escapar, y esperaríamos también, aunque parciales, soluciones para ello en el corto plazo, de las que por lo pronto, el salario, que es de las más importantes, ya está solucionado.
Ahora bien, no hablamos de cualquier tipo de profesionales. La historia de la cooperación médica cubana es muy amplia, iniciando en 1963 con un viaje a Argelia, su largo historial de misiones médicas en el mundo. La rigurosa preparación técnica y científica del personal de la salud de ese país ha posibilitado que desde muy temprano pudieran ofrecer sus servicios a otros pueblos en el mundo como Indonesia, Chile, Haití, China, Perú, Vietnam y Uruguay, entre muchos otros. Hoy, Cuba posee más de 100 mil médicos activos, colocándola entre los primeros lugares del mundo en relación a la mayor proporción por cada mil habitantes, y su Unidad Central de Cooperación Médica (UCCM) alcanza los casi 30 mil colaboradores en 59 países.
En los últimos años, con la dureza del bloqueo, Cuba se ha visto obligada a diversificar sus fuentes de financiación, incluso para garantizar la propia sobrevivencia de su sistema de salud.
Para los payasos que hablan de financiar la dictadura, de agentes de inteligencia, y hasta de electricistas que vienen a hacerse pasar por médicos, será difícil sacarlos de su ignorancia y su xenofobia. Pero, incluso sin comulgar con la forma de gobierno en la isla, pero con un mínimo de sensatez, es imposible no reconocer las bondades de su sistema de salud; Cuba fue el único país latinoamericano capaz de desarrollar una vacuna contra la COVID-19.
Mejores condiciones para las médicas y médicos mexicanos, sí, pero también médicos y especialistas para las comunidades más vulnerables del país, aunque sean cubanos.
Daniela Pacheco