Política

La austeridad en MORENA

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  • La austeridad en MORENA
  • Cuauhtémoc Carmona Álvarez

En tiempos de efervescencia política y de tensiones geopolíticas con nuestros vecinos del norte, Morena se enfrenta a una disyuntiva que definirá no solo su futuro electoral, sino su dignidad moral como movimiento: sostener con firmeza el principio de austeridad republicana o ceder a la simulación disfrazada de lealtad y discurso transformador.

La austeridad no es un acto administrativo ni una moda presupuestal. Es un imperativo ético y político que debe distinguir al servidor público de la transformación. El modelito de “personalidad e imagen” de los actores del viejo régimen (con tufo esnobista), tan propio de la generación podrida de gobernadores priistas y panistas, debe quedar fuera del imaginario colectivo.

Es tiempo de materializar el discurso y que la demagogia quede únicamente en los diccionarios.

Pero la austeridad no se reduce únicamente a evitar escoltas, trasladarse en la Suburban más equipada, viajar en aviones y helicópteros privados o utilizar cinturones con hebillas exageradas, como si se tratara de influencers promocionando marcas italianas. La austeridad en Morena debe ser una forma de vida: renunciar al privilegio, a la opulencia, al derroche.

Es una renuncia voluntaria al exceso, como testimonio concreto de que se gobierna desde el pueblo y para el pueblo, y no para sí mismo. Además, recordemos que no puede haber un gobierno rico con un pueblo pobre. Esa incongruencia degrada la legitimidad del proyecto y convierte a muchos en simuladores que enarbolan banderas de justicia social y cambio, pero son iguales o peores que aquellos que echamos de Los Pinos en 2018.

Por eso, cuando los “neomorenos” presumen trayectorias dudosas, acumulación de fortunas inexplicables con cuentas y casas en el extranjero predicando la transformación, no solo se contradicen: profanan el espíritu mismo del movimiento. Jesús de Nazareth les diría: ¡sepulcros blanqueados!

El verdadero peligro no está en los ataques del PRIAN, sino en la decadencia interna que se oculta tras discursos progresistas. Hay quienes fingen estar con el pueblo, pero desconocen las realidades y miserias que el neoliberalismo acrecentó de forma monstruosa, sobre todo la pobreza y la desigualdad.

Prostituyen y usan a la transformación como bandera, pero solo son oportunistas pragmáticos y causales de la política siendo muy buenos para el selfie y la promoción personal. Tienen algunos años en la política y ya quieren ser gobernadoras y gobernadores.

Como lo advirtió Enrique Dussel, la legitimidad política no se gana con eficacia electoral ni con encuestas, sino con responsabilidad hacia los más pobres, hacia los que menos tienen. Si se pierde eso, se pierde todo. Morena no puede permitirse repetir la historia del PRD, que olvidó a sus bases y terminó como un cascarón viejo y vacío.

Que no se confunda la lealtad con el silencio, ni la unidad con la complicidad. La autocrítica es el rostro más honesto del compromiso. Y si el segundo piso de la transformación se construye con cascajo se vendrá abajo. Por eso, urge recordar que la austeridad no es una estrategia: es la conciencia del servicio. Es ética encarnada.

Y como toda ética verdadera, exige coherencia, compromiso y verdad.


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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