Recientemente, Estados Unidos aprobó una venta masiva de armas a la región de Taiwán, lo que constituye una intervención flagrante en los asuntos internos de China. Esta conducta daña gravemente la soberanía, la seguridad y la integridad territorial de China, socava gravemente la confianza mutua estratégica entre China y Estados Unidos, y perjudica gravemente la paz en el Estrecho de Taiwán, provocando una profunda indignación entre el pueblo chino. China presentó inmediatamente una enérgica protesta ante la parte estadounidense y dejó clara su posición. El 26 de diciembre, el Ministerio de Relaciones Exteriores de China anunció la adopción de contramedidas contra 20 empresas estadounidenses relacionadas con el sector de defensa y 10 altos ejecutivos. Dada la gravedad de las ventas de armas, las medidas adoptadas por China para salvaguardar sus propios intereses son totalmente legítimas y justificadas.
La cuestión de Taiwán es el núcleo de los intereses fundamentales de China, así como una línea roja que ninguna fuerza externa puede cruzar. La reciente venta de armas estadounidense incluye sistemas claramente ofensivos como los lanzacohetes HIMARS y drones suicidas, con el intento de acelerar la militarización de la región de Taiwán y convertirla en una “isla erizo”, aumentando así el costo de la reunificación completa de China. Estas ventas envían señales gravemente equivocadas a las fuerzas separatistas de la “independencia de Taiwán”, alentándolas a arriesgarse a “buscar la independencia apoyándose en Estados Unidos”, desviar recursos que podrían haberse destinado al bienestar del pueblo hacia la compra de armamento y, con ello, hipotecar el futuro de Taiwán.
Para que las relaciones entre China y EU se desarrollen de manera sana, lo clave es respetar los intereses fundamentales y las preocupaciones trascendentales de cada parte. El principio de una sola China constituye la base política más importante de las relaciones chino-estadounidenses. Las ventas de armas de Estados Unidos a la región de Taiwán violan gravemente dicho principio y los tres comunicados conjuntos China-EU, en particular los compromisos asumidos en el comunicado del 17 de agosto sobre la reducción gradual y la solución final de las ventas de armas a Taiwán. Asimismo, contravienen de manera flagrante los principios básicos del derecho internacional, incluido el principio de no injerencia en los asuntos internos de otros Estados consagrado en la Carta de las Naciones Unidas. Mediante las ventas de armas, Estados Unidos intenta colocar al pueblo de la región de Taiwán sobre un “barril de pólvora”, lo que resulta profundamente irresponsable, altamente peligrosa y sumamente perniciosa.
Las ventas de armas de Estados Unidos a la región de Taiwán socavan gravemente la paz y la estabilidad en el Estrecho de Taiwán. Durante décadas, impulsado por la búsqueda de beneficios exorbitantes, el complejo militar-industrial estadounidense ha provocado confrontaciones en todo el mundo, sumiendo a numerosos países y regiones en la guerra y lucrándose con ella. Mediante las ventas de armas, Estados Unidos pretende convertir a la región de Taiwán en un “cajero automático” y empujar el Estrecho de Taiwán a una situación de grave riesgo. La supuesta “garantía de seguridad” no es más que una falacia. Históricamente, en 1950 Estados Unidos envió a la Séptima Flota al Estrecho de Taiwán y siguió con la Ley de Relaciones con Taiwán tras el establecimiento de relaciones diplomáticas con China. Las actuales ventas de armas son esencialmente lo mismo: un intento de utilizar la región de Taiwán para contener a China, haciendo caso omiso de la paz y la estabilidad regionales.
La cuestión de Taiwán concierne a los intereses fundamentales de China, así como a la justicia y el orden internacionales. El apoyo armado a la “independencia de Taiwán” es jugar con fuego y solo acabará quemándose a sí mismo, mientras que cualquier intento de armar a la región de Taiwán enfrentará serias consecuencias. La cuestión de Taiwán no admite injerencias, los intereses fundamentales de China no se tocan; la línea roja no se cruza.