Contar con talento especializado y establecer programas de capacitación y alfabetización digital es vital para que los estudiantes y jóvenes tengan conocimientos y herramientas necesarios
Si algo ha caracterizado los últimos años es la acelerada transformación digital de la sociedad en todo el mundo. No hablo solo de la proliferación de soluciones que integran nuevas tecnologías como la inteligencia artificial (IA), de las cuales escuchamos nuevos avances todos los días, sino de cómo el acceso generalizado a la tecnología es ahora uno de los principales indicadores de desarrollo económico y social de un país. Como tal, es una responsabilidad compartida entre el gobierno y el sector privado asegurar que este indicador se mantenga positivo y que la población de México y Latinoamérica esté preparada para enfrentar los desafíos del futuro, que se avecinan con rapidez.
Al igual que sucede con datos como el empleo, el ingreso per cápita y las inversiones extranjeras, el nivel de acceso de los ciudadanos a la tecnología es una guía que nos da una clara imagen del bienestar de un país. Un acceso limitado a la tecnología o a la conectividad se traduce a un acceso limitado a la información, a la comunicación, y potencialmente a servicios básicos como salud y seguridad. Por esto mismo, es fundamental que tanto gobiernos como empresas hagan de este tema una prioridad y enfoquen sus esfuerzos en cómo colaborar para cerrar la brecha tecnológica que predomina en la región.
Por ejemplo, el sector privado, incluidas grandes empresas globales que tienen operaciones en la región, así como compañías nacionales, tiene la capacidad de innovar y escalar sus soluciones de manera ágil, y el sector público, por su parte, tiene el alcance y el compromiso de llegar a sectores de la población que las empresas no necesariamente tienen la escala para atender. Ahí yace la importancia del trabajo en conjunto, a través del cual es posible derribar las dos principales barreras para llevar la tecnología a cada rincón del planeta: la falta de inversión en infraestructura tecnológica y la escasez de talento especializado.
Respecto al primer punto, el papel del gobierno es claro, y es el de impulsar la creación de políticas públicas e incentivos que busquen atraer la inversión en infraestructura tecnológica crítica de parte del sector privado. De parte de las empresas quedará el compromiso de llevar los beneficios de sus más recientes innovaciones a la mayor cantidad de personas posible. Ejemplos de industrias donde esto es aplicable es en las telecomunicaciones y en la industria de semiconductores, que en zonas como Jalisco y el norte del país tienen una considerable presencia y que son la base para crear un país conectado e innovador, aunque aún existen brechas considerables que deben ser disminuidas.
Algunos datos para ilustrar esta brecha: según la última Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de Tecnologías de la Información en los Hogares (Endutih), realizada por el Inegi en 2022, en las zonas urbanas del país 83.8% de la población está conectada a internet, mientras que en zonas rurales es 62.3%. Esto nos habla de una desigualdad en el acceso a tecnología básica que, en términos sencillos, nos conecta con el resto del mundo y es la base para crear una población preparada para el futuro. La conectividad es uno de los primeros pasos hacia convertirnos en una región competitiva en términos de tecnología e innovación, y a través de inversiones de grandes empresas, impulsadas por incentivos, aseguraremos que las ventajas de la conectividad lleguen a cada persona del país y la región.
Dicho esto, no podemos dejar de lado la importancia de la educación y el impulso de talento especializado en tecnología, que son los cimientos de la nueva economía digital en la que estamos viviendo. Contar con talento especializado, así como establecer programas de capacitación y alfabetización digital que permitan que los estudiantes y jóvenes tengan los conocimientos y las herramientas necesarias es crítico ante las nuevas necesidades de tecnología que existen a escala global.
Para ilustrar esto, observemos el crecimiento de la industria de semiconductores, comparable a lo que fue el petróleo en relevancia económica, ya que son el corazón de cualquier dispositivo electrónico y la base de innovaciones como la IA. De acuerdo con la consultora IDC, se espera que el mercado de semiconductores se eleve en 2024, con una tasa de crecimiento anual superior a 20% a escala global. De igual forma, la IA es también una de las áreas tecnológicas con mayor proyección económica. Según Statista, el valor del mercado de la IA puede rebasar la barrera de los 300 mil millones de dólares para 2026. Los datos son claros, y demuestran que contar con una fuerza laboral capacitada en estos temas es crucial tanto para gobiernos, que buscan el crecimiento económico del país y el bienestar de sus ciudadanos, como para las empresas, que necesitan mantenerse a la vanguardia de lo que demanda el mercado para ser competitivos y continuar innovando.
El futuro próspero de cualquier país incluye dos factores invariables: la abundancia de tecnología y el acceso justo a ella, y el conocimiento técnico para usarla e innovar. Estoy convencido de que, en el futuro cercano, los semiconductores y tecnologías como la IA no serán aplicables solo para las computadoras, sino también para todas las industrias, y permearán en sectores básicos que brindan bienestar general, desde salud, hasta transporte e incluso leyes. Es indispensable que esta digitalización sea liderada por gobiernos y empresas con un aspecto unificador, caracterizado por una gran cantidad de colaboraciones público-privadas que tomen en cuenta las necesidades sociales a futuro, y enriquezcan la vida de cada persona, a través de la tecnología.