En estos mismos días de insultos públicos entre legisladores y actores políticos después de lo que fueron dos votaciones en el Congreso en las que unos perdieron una y después ganaron otra, la revista The Atlantic publicó un texto que, basado en lo que sucede en Estados Unidos, aplica también para lo que pasa en México y en otras partes del mundo con las redes sociales y la manera en que los ciudadanos se están informando y comunicando.
Jonathan Haidt, psicólogo social de la Universidad de Nueva York, arranca su texto utilizando la historia de la Torre de Babel, cuando los descendientes de Noé construyeron una ciudad y una torre "con su cima en los cielos". Dios se sintió ofendido por la arrogancia de la humanidad y dijo: Mira, son un solo pueblo, y todos tienen un solo idioma; y esto es sólo el comienzo de lo que harán; nada de lo que se propongan hacer ahora será imposible para ellos. Ven, bajemos y confundamos su lenguaje allí, para que no entiendan el discurso del otro”.
Haidt usa esa figura para explorar cómo las redes sociales y su ambición por lograr más clientes, modificando sus algoritmos desde 2013, para exhibir y destacar lo más escandaloso y agresivo han convertido la discusión pública en un absurdo: si uno lee las redes, el país “se está convirtiendo en dos países diferentes que reclaman el mismo territorio, con dos versiones diferentes de la Constitución, la economía y la historia”.
Reconoce que las redes han logrado dar voz a quienes no la tenían para denunciar a los poderosos antes impunes como en el caso de Me Too, pero gracias a los algoritmos que repiten las posiciones más radicales tienen otras consecuencias: “No es solo la pérdida de tiempo y la escasa atención lo que importa; es el continuo desmenuzamiento de la confianza. Una autocracia puede desplegar propaganda o usar el miedo para motivar los comportamientos que desea, pero una democracia depende de la aceptación ampliamente internalizada de la legitimidad de las reglas, normas e instituciones. La confianza ciega e irrevocable en ningún individuo u organización en particular nunca está garantizada. Pero cuando los ciudadanos pierden la confianza en los líderes electos, las autoridades sanitarias, los tribunales, la policía, las universidades y la integridad de las elecciones, entonces cada decisión se impugna; cada elección se convierte en una lucha a vida o muerte para salvar al país del otro lado”.
El artículo se encuentra aquí: https://bit.ly/3OuOyd5.
Carlos Puig
@puigcarlos