En los países con larga tradición democrática, aquellos que llevan muchas décadas ejerciendo su derecho al voto con normalidad, muchas veces se pierde la importancia del ejercicio, las consecuencias profundas que en algunas ocasiones esa decisión repetida tantas veces en tantos años puede tener.
Pienso que la elección en EU la próxima semana es de esas que tendrá consecuencias mayores, inmensa para el futuro de aquel país, por supuesto, pero en muchos sentidos para el nuestro por la intensa relación bilateral y, sí, para el mundo.
La sorpresiva llegada de Donald Trump a la Casa Blanca en 2016, producto entre otras cosas del desgaste de una clase política —de ambos partidos— aferrada al poder desde hace muchos años, no ha quedado en una anécdota, en un bache, en un momento.
El Partido Republicano, que ya había visto en años anteriores a Trump algunas corrientes y pequeñas rebeliones que no atendieron, hoy ha sido tomado por algo que, por no tener mejor nombre, llamamos el trumpismo. Uno que no cree en la democracia, xenofóbico, racista, aislacionista y violento, muy. Esos ganarán el martes.
En 2016, Andrew Sullivan escribió en la revista New York que, conforme avanzaba aquella campaña distópica de Trump, su mente iba a un episodio de La República de Platón que le había llamado la atención desde el primer momento que lo leyó en la universidad. Es la parte del diálogo en el que Sócrates y sus amigos están hablando de los diferentes sistemas políticos, cómo cambian en el tiempo y cómo uno puede, lentamente, convertirse en otro. Y Sócrates parece tener bastante clara una cosa: la tiranía se establece, probablemente, después de ningún otro régimen que no sea la democracia.
Escribió Sullivan: “¿Podría ser que The Donald llegó desde los circos populistas de lucha libre, los tabloides neoyorquinos, reality televisión y Twitter, para probar que Platón tenía razón, pero también James Madison cuando dijo que ‘las democracias han sido siempre espectáculos de turbulencias y polarización y han sido tan cortas de existencia como violentas en sus muertes?’”.
“¿Estará The Donald retando la tan singular debilidad de la democracia —su susceptibilidad frente al demagogo—? ¿O estoy exagerando?”.
Seis años después queda claro que Sullivan no exageraba, sino que advertía.
Carlos Puig
@puigcarlos