Cada sucesión histórica está marcada por la superación y el reemplazo de las estructuras, tecnologías y paradigmas del periodo precedente: El medievo superó a la antigüedad en estabilidad; el renacimiento al medievo en producción científica, y la modernidad al renacimiento en desarrollo económico y derechos humanos. En todas estas transiciones estuvo la universidad.
Joseph Schumpeter, economista austro-estadounidense, popularizó una visión de la historia como "destrucción creativa", donde el progreso implica la obsolescencia y eventual desaparición de los paradigmas antiguos. Contrario a él, Jacques Derrida, historiógrafo francés, criticaba el ansia disruptiva de la humanidad, argumentando que la historia requiere continuidad y avance paulatino.
La tensión entre disrupción y continuidad impulsa el avance civilizatorio y es, además, una característica histórica de las universidades. Como organizaciones complejas y democracias deliberativas, las universidades equilibran a diario la necesidad de cambio e innovación con el imperativo de estabilidad y reflexión.
Las universidades rara vez sucumben ante las modas “disruptivas” de la coyuntura, más bien las critican y las trascienden. Sin embargo, cuando estas presiones del entorno pasan la prueba de la deliberación, se adoptan e internalizan. Las universidades cambian, se reinventan.
Este balance cotidiano entre tradición y cambio, entre estabilidad e innovación, entre disrupción tecnológica y reflexión humanística, fue la esencia del emotivo y profundo mensaje del Rector General de la Universidad de Guadalajara, Ricardo Villanueva Lomelí, en su V Informe.
Habló sobre la universidad del futuro y la necesidad de mayor flexibilidad, apertura y aprendizaje digital, pero desde el rescate del pasado socrático: más diálogo, más empatía y más humanismo. Abordó las micro-credenciales y la educación a lo largo de la vida, pero evocando, desde la “cueva de Platón”, lo indispensable que es la lenta reflexión sobre la razón y el conocimiento.
El informe del Rector nos recordó que la verdadera esencia de toda universidad es, en última instancia, su capacidad para moldear el futuro y alterar el curso de la historia.