En Palma y Madero se baja de una van blanca una banda sospechosa. Han de ser de sinaloenses. Traen tuba, tarola y tambora. No hay que perderlos de vista. Los veo tramando algo que va a retumbar en sus centros la tierra. Con la de El sauce y la palma y con la de Las Isabeles.
En la esquina de Palacio, alumnos y académicos de la Universidad Autónoma de Sinaloa (UAS). Reclaman violación a su autonomía y piden respaldo presidencial. Dentro del salón Tesorería, suena Stand By Me con Los Drifters. Rolón. Hit de los años 60. Apenas termina la canción, aparece el Presidente de la República. Saluda, carraspea un poco.
Toca ‘El pulso de la salud’. Informan Zoé Robledo (IMSS) y Alejandro Svarch (Cofepris); a Ruy López Ridaura, reciente subsecretario de Salud, le toca ser convidado de piedra. Nunca habla. De haber sabido. Cuarenta minutos de aquellos. Las restantes dos horas para el primer mandatario. Sube sus temas.
“El único delito donde no hemos podido lograr una disminución es en extorsión, pero en delitos graves, como el secuestro, tenemos una disminución del 70 por ciento”.
Cuenta de cuando secuestraban a empresarios, a banqueros “y bueno, llegaron a secuestrar a Fernando Gutiérrez Barrios, que era secretario de Gobernación. Ahora no pasa eso, afortunadamente”. Da cinco golpes con los nudillos sobre el atril. Porque es de madera.
Hoy no está en su mente la cuenta regresiva. Setenta y siete amaneceres. No es día con frases que sepan a la melancolía del poder. El tono es de mando. Se refiere con tranquilidad y certeza al futuro: “la Presidenta está consciente de que se debe de mantener la política de desarrollo que beneficie a todo el país / tiene el compromiso también de construir y poner en funcionamiento un tren de pasajeros de Veracruz a la Ciudad de México / en Puebla se comprometió a que va a continuar el programa Sembrando Vida”.
Sobre el conflicto de la UAS: “Le tengo mucha confianza al maestro Rocha, al gobernador, él es partidario del diálogo. Ojalá y se llegue a un acuerdo entre las partes, no está muy complicado… Entonces ya, serenos, los van a atender en Gobernación”. Trasládese tuba, tarola y tambora a Bucareli, si no es mucha molestia.
Cuenta un secreto de estado de salud, con Donald Trump: “No voy a olvidar que cuando me dio el covid, en una ocasión me habló, me mandó un paquete de medicinas; ya me estaba atendiendo y las entregué al instituto de nutrición. Ya él no estaba de presidente, pero tuvo esa gentileza”. Por si le sirve el dato a los analistas políticos de las relaciones binacionales.
▶️ #CrónicasDelAdiós - Los últimos 100 días de AMLO | "No voy a olvidar que cuando me dio el covid, en una ocasión (Donald Trump) me habló, me mandó un paquete de medicinas"; la crónica de Carlos @diazbarriga1
— Milenio (@Milenio) July 17, 2024
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De pronto, un auxiliar vestido de negro coloca una tarjeta en el atril del Presidente, mientras este habla. Nunca supimos qué fue. Sale el tema de la mina de Calica en Quintana Roo. Pide que lo comuniquen con la gobernadora. No contesta. Varios minutos después: “¿No te contesta? A ver si Román (Meyer)… Ya va como la quinta llamada”. Tsssss, se oye en la sala. “Antes de irme, yo tengo que dejar resuelto eso… Ya hay una clausura, sí, pero quiero que sea una clausura definitiva”.
Para despedirse, se le queda viendo a los tres invitados y dice: “Es muy probable que los que están aquí, los tres, continúen, porque son de lo mejor”. ¿Ya le dijo la presidenta electa?, pregunta inmediata. “No, no, yo no hablo de eso”. “Entonces, ahí te encargamos, Zoé”. Evade una última pregunta sobre Carlos Ahumada que hace unos minutos aterrizó para declarar ante la fiscalía capitalina: “vamos al desayuno.” No lo oculta. Esa historia de hace 20 años despierta una fuerte sensación de vacío. Que se llama hambre.
