Política

Algo acerca de Andy

  • Columna de Bruce Swansey
  • Algo acerca de Andy
  • Bruce Swansey

Andy sería muy poca cosa si no fuera hijo de quien es. Sin ese accidente biológico sus privilegios, sus negocios, sus multimillonarias posesiones, la deferencia de quienes lo rodean, sus mujeres, no existirían. Andy sería un Don Nadie si no formara parte de un sistema social basado en el desequilibrio, en la creencia de que lo que constriñe y afecta a la mayoría en modo alguno atañe a las excepciones, en la traición de lo que simula representar, en la inercia de la historia y en el desprecio de la humanidad. Los demás sólo existen para pagar los impuestos que aceitan los engranajes del poder.

En el caso de Andy lo que más llama la atención es que él no cree haber hecho nada cuestionable. En su mentalidad predatoria haber pertenecido a un grupo de libertinos que recuerdan los de las 120 jornadas del marqués de Sade, no es reprensible. Además, una vez que el escándalo estalló Andy se distanció públicamente. Negó públicamente haber sido amigo del inculpado. Andy no se percató de que una vez que su conocido había caído en desgracia nada de lo que le atañía era privado. Tampoco su mensaje reiterándole su amistad solidaria. Pronto, pensó Andy, podremos estirar las piernas en Central Park y gozar la compañía renovada de las púberes canéforas hábilmente reclutadas. ¿Qué caso tiene ser poderoso si no se ejerce el poder? ¿Qué significa la vida de los demás si no la oportunidad de saciar el capricho? ¿Abuso sexual? Eso sobre todo se le escapa a Andy, convencido de que para cualquier chiquita es un privilegio compartir su lecho.

“¡Trump está en la lista!”

Las sobrevivientes del abuso corean bajo pancartas con coronas tachadas. El factor naranja nunca ha sido tan impopular.

“¡Y Andy también!”

Las activistas no olvidan la infame amistad del par con Jeffrey Epstein y exigen que la verdad salga a la luz y se haga justicia.

En vísperas de la visita ecuménica de Carlos III a Roma la notoriedad de Andy es un dolor de cabeza.

Por eso el rey decidió que es tiempo de corregir una situación inocultable. Antes era posible negociar con la prensa, especialmente con los periódicos que cubrían las actividades de la familia real, pero en los tiempos actuales es imposible censurar los contenidos que encuentran cauces instantáneos en las redes sociales. Confiado en que la medida sería suficiente, le retiró a su hermano el título de Duque de York. La decisión es humillante aunque el ducado sigue siendo de Andy. También puede seguir viviendo gratuitamente en una residencia de 30 habitaciones y conservar su atesorada colección de osos de peluche. Andy tampoco ha perdido el título de príncipe como corresponde al hijo de una monarca de quien Andy fue la niña de sus ojos.

La publicación póstuma del libro de Virginia Giuffre, quien se suicidó poco después de haber cumplido 41 años, ha renovado el escrutinio y la condena de las acciones delictuosas de Andy que abusó de Giuffre cuando ella tenía 17 años. En lenguaje llano, Andy es culpable de pedofilia, de abusar de una menor de edad que tenía poco más o menos la edad de sus hijas y que se encontraba en una situación evidente de vulnerabilidad, traficada por Jeffrey Epstein y Ghislaine Maxwell a Londres.

Alguna vez Andy fue popular, antes de que se revelaran sus gastos injustificados, su gusto por aviones privados, helicópteros, amistades con dictadores y empresarios cuyos negocios era preferible ignorar. 2022 marca su caída cuando Virginia Giuffre lo demanda y sin admitir su responsabilidad negocia un acuerdo con ella por 12 millones de libras, parte de las cuales, se dice, fueron pagadas por Isabel II para silenciar el escándalo.

“Estos hombres ven a las mujeres como objetos de los cuales disponen a su antojo situándose por encima de la ley”, escribió Giuffre en el libro donde narra su experiencia. Su testimonio fue fundamental para encauzar la lucha contra Epstein cuyo suicidio en la cárcel en 2019 permanece siendo materia de especulación. Algunos creen que fue asesinado por sus conexiones con amigos famosos, señaladamente Trump.

Ese año Andy anunció que se retiraba de sus deberes públicos en una entrevista concedida a Emily Maitlis de la BBC. Durante dicha entrevista Andy, todavía Duque de York, negó toda relación con Virginia Giuffre a quien negó conocer. Una fotografía suya con la víctima en casa de la proxeneta Ghislaine Maxwell en Belgravia echó por tierra su argumento. Además señaló que contrariamente a lo que Giuffre había observado en cuanto a su excesiva transpiración era mentira porque él no suda. Debe ser un privilegio real. Su falta de empatía hacia Giuffre y otras víctimas reveló la patética soberbia de un hombrecillo que lo debe todo a su cuna, de la que no ha salido.

La arrogancia con frecuencia va unida a la estupidez. Los cretinos suelen ser narcisistas convencidos de ser el regalo de Dios al mundo. Una curiosa forma de dismorfia además los convence de su irresistible atractivo alfa que anula la más mínima forma de autocrítica. Para usar un término de moda, son tóxicos, capaces de producir urticaria a distancia. De cerca, náusea.

Andy es un ejemplo paradigmático. Aparte de la mala educación, la excesiva indulgencia, la ignorancia absoluta del significado de la palabra respeto, ningún límite moral, el coeficiente intelectual de un microbio y la disposición de una garrapata que se sacia del erario público, está la familia. Hasta hace poco incuestionable, aún ahora está prohibido discutir en el Parlamento los asuntos que atañen a la familia real británica.

Los Windsor (hasta la Primera Gran Guerra Saxe-Coburg y Gotha, nombre que cambiaron por razones evidentes) se han esforzado por encarnar formalmente las virtudes deseables en sus súbditos. Andy en cambio, conocido como Randy Andy o Andy el caliente, no ha sido siquiera capaz de simular una virtud pública que disimule los vicios privados.

En este contexto el ciudadano de a pie se pregunta acerca de la racionalidad económica de mantener una institución plagada de escándalos, adulterios, de miembros excéntricos o que han sido institucionalizados y cuya utilidad acaso sea más productiva para Netflix que para ofrecer al pueblo un modelo ejemplar de conducta.


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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