Política

2025: cuando la ciencia aflicción se volvió naturalismo.

  • Columna de Bruce Swansey
  • 2025: cuando la ciencia aflicción se volvió naturalismo.
  • Bruce Swansey

El año llega a su fin en medio de un ambiente de sombría inestabilidad. La guerra domina las conversaciones porque se la ve cada vez más cercana. Hace poco Volodímir Zelenski visitó Irlanda. Su avión fue acompañado por varios drones que se cree fueron manipulados desde un barco ruso. Su presencia en aguas territoriales irlandesas no es nueva. Varios barcos rusos han sido detectados antes de la visita del presidente ucraniano. Este suceso subrayó la falta de seguridad en la isla que no cuenta con ejército ni con armada capaces de defender la integridad territorial. También alertó sobre la neutralidad irlandesa en un momento cuando Putin ha advertido estar dispuesto a extender la guerra más allá de Ucrania. En Polonia, los países bálticos y Finlandia la gente vive con la maleta preparada. En el panorama de una conflagración mundial Irlanda podría ser usada para atacar el continente europeo desde dos frentes.

Sin el contrapeso americano en Europa, la beligerancia rusa obliga a la Unión Europea (UE), a rearmarse y en varios países a hacer el servicio militar obligatorio. Zelenski lo advirtió desde el inicio de la segunda invasión rusa: el futuro de Europa depende de detener a Putin. De lo contrario los siguientes, añadió certeramente, serán ustedes. De allí la necesidad de colaborar con el esfuerzo desesperado de Ucrania para repeler una guerra colonial cuya violencia no tiene límites externos ni tampoco los que existen en una democracia. La vida en Rusia vale poco.

En cambio la situación de la UE es enteramente distinta. Se trata de la unión de estados democráticos que por lo tanto exigen consenso, lo cual impide la precipitación autoritaria pero también vulnera la capacidad de respuesta en situaciones de emergencia. Además, la expansión de la UE engloba países que hasta hace poco vivían bajo regímenes autoritarios, con escasa o nula experiencia democrática. La llamada democracia iliberal de Hungría ejemplifica claramente lo que significa tener al enemigo dentro de casa. Los esfuerzos de la UE, morosos porque se quiere evitar la guerra y porque ha tardado en aceptar el abandono del guardaespaldas americano, van a la zaga de las necesidades reales para enfrentar una crisis que, con sus diferencias, tiene el tufo de los años treinta en el siglo pasado.

La agudización del peligro ruso ha obligado a los líderes europeos a dejar atrás la parsimonia y a usar 210 mil millones depositados en Bruselas por oligarcas rusos y usarlos para defender Ucrania. Para ello fue necesario ignorar el veto de Hungría y adoptar la decisión de que en tiempos excepcionales hay que actuar ágilmente.

La guerra, pues, domina el fin de año en un panorama que ha cambiado radicalmente desde la segunda presidencia del factor naranja, cuya idea de seguridad nacional es el reparto del mundo en tres tajadas de influencia, lo cual significa dar carta blanca a Vladímir el envenenador. A Trump el mundo le interesa en términos de mercachifles que aprovecha el poder no para engrandecer un país ya desmantelado sino para beneficiarse financieramente. Ucrania, como Gaza e Hispanoamérica, son botines.

Lo que ocurre en el fin de año comenzó a suceder hace tiempo. Hay eventos que acontecieron hace años y que todavía pasan la cuenta. Sin ánimo de extenderse al momento en que Caín le asesta un palo en la cabeza a Abel, en 2025 el rescate bancario todavía afecta a las víctimas del expolio perpetrado en 2008. La banca ha sido más eficaz que los otros jinetes del Apocalipsis porque hace 17 años abiertamente se abandonó a los menos favorecidos a la austeridad cuyos resultados no fueron sanear las finanzas sino reducir los programas sociales y deteriorar los servicios públicos, especialmente la salud, la educación y la vivienda, cuya crisis erosiona la confianza en los partidos políticos tradicionales.

En Irlanda Fianna Fáil y Fine Gael dependen cada vez más del oxígeno que las coaliciones ofrecen. Durante este año la triquiñuela del gobierno para dar voz a los candidatos independientes reunidos como cámaras de resonancia en detrimento de la izquierda, logró un efecto notable uniéndola en una protesta que paralizó al Parlamento.

Parecería que una vez rechazado el abuso del gobierno la izquierda volvería a hacer lo que hace muy bien, que consiste en obstaculizarse mutuamente. La elección presidencial favoreció a Catherine Connolly, candidata independiente que logró reunir a los partidos de izquierda cuyo apoyo fue determinante. Tal hazaña repetida podría indicar el camino para las próximas elecciones que sucederán en una atmósfera caldeada por la escandalosa incompetencia de los partidos hasta ahora hegemónicos para resolver serios problemas de infraestructura rebasada hace años por la falta de inversión, los obstáculos burocráticos y el crecimiento de la población.

En el Reino Unido (RU) sucede algo similar por lo que corresponde al bipartidismo. Tanto los laboristas como los conservadores marchan detrás de Reform UK que ha recibido copiosas donaciones financieras de empresas situadas en el extranjero y de los tecbrós, de los verdes que han incrementado su membresía e influencia bajo el liderazgo de Zak Polanski y de los demócratas liberales liderados por Ed Davey.

Según Nigel Farage, el líder de la extrema derecha, la era del bipartidismo en el RU terminó este año. Sin embargo, si se considera las preferencias electorales el país sigue escindido en dos bloques. Por un lado los laboristas, los verdes y los demócratas liberales y por el otro Reform y los conservadores, cada facción 44 por ciento del voto por lo que el dictamen de Farage es cierto parcialmente. Los partidos hegemónicos están en riesgo de encogerse (los laboristas han perdido 100 mil miembros y los conservadores no son sombra de lo que fueron), pero la división de los votantes sigue sin mayores cambios desde el referéndum que separó al RU de la Unión Europea (UE).

En el RU Brexit sigue siendo el proverbial elefante en el cuarto que nadie quiere reconocer. Keir Starmer, el primer ministro, ha perdido un año durante el cual procuró inútilmente remediar su falta de popularidad remedando el lenguaje de la derecha en cuanto a la inmigración, cuando lo que tendría que hacer es adoptar una posición más clara y enérgica respecto del desastre financiero ocasionado por Brexit y de cómo propone reparar las relaciones con la UE.

Covid es otro factor que reavivó temores ancestrales y confirmó el encogimiento del mundo. Todavía hay pacientes que sufren efectos a largo plazo del covid y otros que padecen efectos psicológicos como consecuencia del gran confinamiento. Sin tareas que cumplir la identidad que depende de un trabajo y de horarios, así como la sociabilidad, se desdibujan. Hoy la depresión no significa tristeza sino una fractura profunda con graves consecuencias sociales, sobre todo en términos de salud pública, de empleo y productividad.

2025 será recordado como el año en el que la catástrofe se normalizó. La invasión rusa en Ucrania, el genocidio en Gaza, la guerra de exterminio en Sudán, Somalia, la nueva inestabilidad en el Caribe. En las capitales europeas se libra otra guerra que se manifiesta en estallidos de violencia urbana, asalto a las instituciones sociales que hasta hace un par de décadas se sostenían, el desequilibrio creciente entre los escasos mega ricos y las masas empobrecidas, el populismo que articula el rencor social prometiendo panaceas que se reducen a la compra de votos, la incapacidad de controlar las redes sociales diseñadas para diseminar la desinformación e interferir en los procesos electorales, la destrucción de la Amazonia y la crisis climática, la implosión de Estados Unidos y su giro autoritario, el desarrollo de la Inteligencia Artificial y el realineamiento global, todo esto y más frente a la población desencantada ante una clase política cuya incompetencia justifica la desconfianza. Entre el impulso y el acto debería alojarse el pensamiento cada vez más ausente en un mundo convulsionado.

Si Spengler fuera invitado a cenar esta Navidad, la decadencia de Occidente le parecería un naufragio. El malestar de la cultura diagnosticado por Freud se ha vuelto enfermedad terminal. El 25 será recordado como el umbral de un mundo que se transforma en distopía ante testigos incapaces de impedir la colisión. 2025 es resultado provisional de una trayectoria que tenderá a agudizar la tensión social. Ni siquiera antes de la Revolución Francesa se había dado tanta riqueza a tan pocos. Desde hace tiempo dentro del Primer Mundo hay un Tercer Mundo en ruta de colisión contra gobiernos que incumplen promesas electorales.

Los valores que formalmente estructuraban Occidente fueron subvertidos y distorsionados para adaptarlos a la tiranía de la mayoría aleccionada. La democracia se volvió opresión de la masa hipnotizada por las conspiraciones que suplantan la información. El sistema político, erosionado por la creciente desconfianza ante los partidos tradicionales, fue remplazado por tribus en guerra determinadas por el cinismo. Un nuevo asalto se consolidó a través de capacidades inéditas de convocatoria y acción que han puesto a prueba la funcionalidad de las fuerzas del orden ante una nueva forma de blitzkreig urbano.Para citar a Andrea Rizzi, vivimos en la era de la revancha. El 25 es el umbral de la ciencia aflicción vuelta naturalismo.


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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