El jueves pasado tuve la fortuna de acudir al primer concierto de Taylor Swift en nuestro país y en América Latina. Por cerca de tres horas y media, Taylor deslumbró a más de 60 mil personas por noche durante cuatro días seguidos con su talento, carisma y energía. Desde que aparece en el escenario y hasta el último acorde de Karma, el recinto se transforma en un estallido de colores, emociones y sonidos como nunca había presenciado en mi vida.
La gira global de Taylor Swift —The Eras Tour— es un viaje en el tiempo a través de su discografía, y con ello, un recorrido personal por las distintas etapas de su vida: crecer, enamorarse, enfrentar la soledad, tener miedo a fallar. Una tras otra, Taylor revive ante su público las eras de su trayectoria, y con ello, reaviva la nostalgia de millones de personas que han crecido con su música.
Las eras cobran vida en un escenario deslumbrante que nos transporta a bosques encantados, cabañas remotas y cielos de colores imposibles. Los magníficos vestuarios, el espléndido equipo de bailarines y un juego de luces fuera de serie conforman lo que, para muchos, se convirtió en una noche inolvidable.
Taylor es una artista excepcional que se entrega plenamente a su público. Su concierto fue simplemente espectacular. Pero lo más imponente de esa noche fue experimentar en carne propia la profunda conexión que tiene con su audiencia, y dejarse envolver por el cariño y la calidez de esa comunidad extraordinaria.
Taylor Swift es una narradora potente que ha encontrado en sus experiencias personales una fuente de inspiración y que ha sabido compartirlas con plena autenticidad. Su música retrata vívidamente lo que significa ser joven, crecer con inseguridades, pensar que nunca se es suficiente. Al mismo tiempo, nos ofrece una lección de la fuerza que existe en caer, ser vulnerable, reconocer nuestros errores y aceptarnos plenamente. Sus canciones han tocado las fibras más sensibles de millones de personas que se identifican con su historia, y que han encontrado en ella un refugio, una amiga y un ejemplo.
Por ello, más que un “público”, las y los swifties son una comunidad profundamente entrelazada por la empatía y la solidaridad. Una comunidad que ha crecido, soñado y recuperado la esperanza con su música, en la que todas las personas se sienten bienvenidas sin importar de donde vengan, cómo se vean o a quien amen. Un espacio seguro para sanar viejas heridas, para compartir anhelos y desilusiones, para celebrar con fuerza nuestras diferencias, en el que todas las personas se pueden sentir vistas y acompañadas. Esa energía nos abrazó y conmovió intensamente de inicio a fin.
Al finalizar el concierto, reafirmé que no hay nada de trivial en Taylor Swift. Su música es un referente para los feminismos, para las personas jóvenes, para las personas de la diversidad sexual y para la promesa de una sociedad más justa e igualitaria.
Porque sus canciones denuncian el machismo, la cosificación, los dobles estándares y la violencia de género. Porque sus letras son un grito de rebeldía en un mundo donde se dice a las mujeres que deben quedarse calladas. Porque relatan lo que implica crecer en una sociedad machista y patriarcal.
Porque en cada era, Taylor le dice a miles de niñas y jóvenes que sus anhelos son posibles, que nadie ni nada puede detenerlas, y que merecen las mismas oportunidades para vivir una vida plena. Porque ha levantado la voz contra el odio y la violencia hacia las personas LGBTI+. Porque ella misma es un ejemplo de valentía, de resiliencia y una voz potente a favor de la igualdad sustantiva.
Por ello, Taylor Swift es la artista más importante de nuestro tiempo.
Agradezco profundamente las innumerables muestras de cariño que recibí de las y los swifties esa noche. En un mundo tan polarizado como el nuestro, me conmovieron intensamente. Su entusiasmo y energía me dan razones para la esperanza. Su ilusión reafirma en mí que los cambios son posibles; que un mundo con armonía, igualdad y dignidad para todas las personas es posible. En ustedes —las y los jóvenes de nuestro país— descansa esa promesa. Ustedes, sin lugar a duda, serán las protagonistas de ese cambio. Por mi parte, seguiré escuchando sus voces, seguiré visibilizando sus causas y seguiré trabajando todos los días para contribuir a hacerlas realidad.