Charles Dickens fue un escritor inglés, una de cuyas obras maestras se llama Grandes esperanzas, publicada en 1861. Se centra en las capas sociales olvidadas por la literatura de la época victoriana: las clases trabajadoras. La novela sigue el crecimiento de Pip, un huérfano de buen corazón que navega los desafíos de la vida en la Inglaterra victoriana. Pip es criado por su hermana y su cuñado, Joe Gargery, un herrero bondadoso. El encuentro casual con un convicto fugado, Magwitch, lo marcará para siempre. Poco después, Pip es invitado a la decadente mansión de la señorita Havisham, una excéntrica mujer que vive en su vestido de novia; ahí conoce a Estella, una hermosa joven de la que se enamora.
Cuando Pip se convierte en adolescente, un misterioso benefactor le otorga una gran fortuna y él se traslada a Londres para convertirse en un “caballero” y recibir educación. Durante este tiempo comienza a perder de vista sus raíces humildes y se distancia de su amado amigo y figura paterna, Joe.
Pip cree que su benefactora es la señorita Havisham y que su fortuna es una recompensa por su amor hacia Estella. Sin embargo, eventualmente descubre que su verdadero benefactor es Magwitch, el convicto que conoció de niño. Este descubrimiento lo hace reconsiderar sus valores y aspiraciones.
La pobreza en México es un problema significativo, afectando a una porción importante de la población. Según el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), en 2022, 46.8 millones de personas, equivalente a 36.3% de la población, vivían en situación de pobreza.
A pesar de que la pobreza ha disminuido en términos porcentuales desde 2018, aún representa un desafío importante para el desarrollo social y económico del país. Desafortunadamente, ante los sucesos que se avecinan, como los efectos de la reforma judicial, no se avizoran buenos resultados en este tema.
Dickens fue un crítico incisivo de la pobreza, Pip nos recuerda que nunca hay que olvidarse de nuestro punto de partida y reflexiona que, al final, fue demasiado cobarde para hacer lo bueno, como también para llevar a cabo lo malo. Hasta para proceder de manera correcta hay que ser valiente. Si por el camino recto no puedes llegar a ser una persona extraordinaria, jamás lo conseguirás yendo por los caminos torcidos.